Tendríamos que alejarnos en el tiempo hasta la mitad de la década de los 50 del pasado siglo.
Su nombre era Francisco, pero todos le llamábamos “Pelo-cobre”. Era un niño agradable y despierto. Fuimos juntos al colegio y compartíamos el mismo pupitre. El paso de
los años y su nobleza, nos harían buenos amigos de juventud.
----” Pelo”, esta tarde que no hay escuela, ¿quieres que demos un paseo
hasta el “Pozo de La Cañá?
---- ¡Vale!... pero tenemos que volver temprano si no, me reñirá mi
madre. Aunque ya pronto cumpliremos once años y va siendo hora de que empecemos
a campear por ahí nosotros solos.
---- ¡Pues venga!... nos vamos por el Callejón de la Fuentiña, verás la
cantidad de agua que lleva el arroyo Galajo. Pero no te preocupes que podremos
pasar. Mi abuelo dice que este barranco, tan pronto caen cuatro gotas coge de
momento mucha agua y que luego, cuando sale el sol tres o cuatro días seguidas,
deja de correr.
---- “¿Pelo”, y este arroyo por qué se llama “Galajo?
---- ¡No lo sé!... Yo, desde chico siempre escuché nombrarlo así. En cuanto lo vea le preguntaré a tío Pedro “el
pringao”. Es ese hombre que vive más arriba de mi casa. Como es ya muy mayor,
sabe de casi todas las cosas.
---- Ayer le oí decir a nuestro amigo “Pericón” que su padre, en un olivo gallego de
su “cercao” que tiene las ramas muy espesas, se ha encontrado un “nio” de rolla
y que ya está la pájara “engorando”. ¿Quieres que vayamos a verlo?
---- A mí no me importaría pero, ¿tú sabes qué “cercao” es?
---- Yo no. Solo sé que está por ahí cerca de La Valonera. Otro día quedamos con él
y verás cómo nos lo enseña.
---- ¡Párete un momento!... ¡Escucha “Pelo”… ¿Oyes ese grillo?... por lo
fuerte que canta tiene que ser un “cabo-rey” de esos que tienen la punta de las
alas amarillas. Suena allá arriba cerca del “cimbarón” del cercado de tío
Marcelino. ¿Vamos a ver si encontramos su cubichera?
---- ¡Lo que tú quieras!... pero, para llegar hasta allí tenemos que atravesar
ese trigal y, con lo grande que está, le haríamos mucho daño. ¡Mejor dejarlo!...
pues como nos vea alguien y tío
Marcelino se entere de que nosotros le hemos pateado el sembrado, se va a
enfadar. ¡Y anda que no tiene malas pulgas! Además, no llevamos una caja para
meterlo. Vamos a seguir adelante que ya estamos cerca del Pozo de la “Cañá”. ¡Ves!...
ahí están lavando casi siempre unas cuantas mujeres en sus paneras. No
deberíamos cercarnos mucho porque, si alguna de ellas nos conoce, le va a
faltar tiempo para ir con el cuento a nuestras madres de que nos han visto
andorreando por aquí.
¿Sabes lo que yo he oído decir?...
que de las paredes viejas del callejón que hay detrás de ese pozo, algunas
veces sale un lagarto negro muy grande y se acerca a las lavanderas. Cuando las
mujeres lo ven aparecer, echan a correr asustadas.
---- “Pelo”, pues yo he visto muchos lagartos, pero ninguno negro.
---- Sí, pero éste parece que es diferente.
---- ¿Y a quién has escuchado tu esa historia?
---- ¡A mi abuela!... Se la estaba contando a su vecina Manuela “la
picona”. Yo, aunque me hacia el “distraído”, me estaba empapando de todo. Según
decía, se acerca atraído por el olor de una sangre que les sale a las mujeres de
no sé qué parte del cuerpo. Hablaban también de que, a veces, esos bichos
habían llegado a meterse en las camas de algunas muchachas ya grandes, de las
que viven por ahí por esas chozas en los campos.
---- ¡Pues yo no creo que
eso sea verdad! Puede ser que tu abuela la contara para que, al escucharla tú sientas
miedo y no se te ocurra alejarte del pueblo. ¿Cuántas veces --para asustarnos--
nos han hablado una y otra vez, de las “Pantarujas”? Desde chico, siempre escuchando
las mismas historias: las de las Pantarujas o la del “Tío del saco”.
---- ¡Francisco, damos la
vuelta y volvemos al pueblo?
---- ¡Como quieras!, pero
ahora nos vamos por el callejón donde está la fuente que le llaman “La Zanja”.
De paso vemos esa piara de ovejas que viene bajando por el camino del Cerro la
Olla. Tú sabes que, de vez en cuando, al ganado lo cambian de finca en busca de
mejores yerbas. Al traslado desde un sitio a otro creo que le dicen
“trashumancia”.
---- ¡Ojú, qué palabreja más
rara, Pelo”!... Yo es la primera vez que la escucho.
----Debemos de tener cuidado
mientras pasan porque, acompañando a las ovejas, vienen siempre dos o tres mastines
con unos collares llenos de púas de acero que asustan a cualquiera.
---- ¿Y para qué esas púas?
---- Pues para defensa de
los perros cuando se pelean con los lobos. Estos bichos son muy fieros y siempre
tiran los mordiscos al cuello de los mastines. ¡Pero no tengas miedo hombre!...
Nosotros nos saltamos por la cancilla del cercado de tío Candelario “el chato”
y nos subimos a la pila del pozo. Desde allí vemos pasar el rebaño sin ningún
peligro.
---- ¿Francisco… y a ti por qué te dicen “Pelo-cobre”?
---- ¡Qué pesao!... ¿Cuántas veces te he dicho ya que no lo sé? A mi abuelo Pablo toda la gente del pueblo lo
conoce por ese mote; el mismo que también hemos heredado sus hijos y nietos.
¡Pero tú sabes que yo no me enfado!... puedes llamarme como mejor te parezca.
---- ¡Ves!, ya estamos llegando a los Grupos. Como es temprano todavía,
nos podíamos dar una vuelta por El Ensanche y desde allí acercarnos hasta La Peña.
---- ¡De acuerdo, vámonos
para allá! Pero tenemos que subirnos a
lo más alto del risco. No te vayas a echar para atrás como la última vez que
fuimos.
____________
---- ¡Qué bonito es el
paisaje desde aquí, “Pelo”!... Qué bien se ve el campanario y La Cobijá. Aquel
pueblo blanco que aparece allá lejos sobre los montes dicen que es Barrancos; ése
del que tanto hablan los contrabandistas. ¿Tú has ido alguna vez?
---- ¡Yo, no!
---- ¡Ni yo tampoco!... sí
estuve cerca un día que me llevó mi padre a La Contienda.
--- Ahora, mira para el Sur.
---- ¿El Sur?... pues yo no cuerdo
bien para que lado está el Sur.
---- Lo sabrías si hubieras
puesto atención y no mirando para las musarañas. El maestro bien que lo explicó
hace poco tiempo en la escuela. ¡Bueno, no importa! ¿Ves aquella montaña tan alta que destaca de
las demás allá muy lejos en el horizonte?
---- Sí, la veo.
---- Pues mi abuelo dice,
que desde allí se divisa el mar.
---- ¿Cómo será el mar,
“Pelo”?... ¿Te gustaría verlo?
---- ¡Pues claro que me
gustaría! Mi tío Manolo cuenta, que es como
un charco muy grande y profundo de color azulado. Él, como le tocó hacer la
mili en Melilla, tuvo que atravesar el Estrecho de Gibraltar en barco. Era tan viejo que hasta se “eschangó”
mientras cruzaba. Dice que pasó tanta jindama, que por nada del mundo se vuelve
a montar en un cacharro tan antiguo.
¿Te parece que nos vayamos acercando ya para el
barrio?... Mi madre empieza a preocuparse cuando se encienden las luces y no
estoy ya recogido. Además, esta noche viene mi padre del campo y quiero verlo y
hablar con él un rato antes de acostarme.
---- “Pelo”, tú sabes que mi
padre hace sanaras por ahí por esos campos. ¿El tuyo en qué sitio trabaja?
---- Pues mi padre es el “aperaó”
del cortijo de un señorito que está cerca de la ribera.
---- ¡Aperaó!... yo he
escuchado esa palabra bastantes veces, pero no sé bien lo que quiere decir.
---- ¿Pues de qué forma te lo
explicaría?… es algo así como quien está a cargo de los hombres que trabajan con
él. También tiene que cuidar de que las vertederas, rabizas, cangas y otros aperos
de labranza estén siempre bien arreglados. Su trabajo es duro porque, además, cada
día se tiene que levantar muy temprano. Hace las migas y fríe los torreznos para
que desayunen los gañanes antes de incorporarse a las besanas. Mis dos hermanos
también están colocados en el mismo sitio. El mayor trabaja como mozo de mulas
y el segundo cuida del ganado en la finca. Ellos, como no han podido ir nunca a
la escuela, apenas saben leer y malamente escriben sus nombres.
----- ¿Te das cuenta “Pelo-cobre”?...
me parece que nosotros hemos tenido bastante más suerte que tus hermanos.
J.M.
Santos
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