Foto de 07-06-10
Es
con ésta, la cuarta vez que le visito en el Hogar Reina de los Ángeles, centro situado
en Plaza Alta, Aracena (Huelva), donde se encuentra interno desde hace varios
meses.
Al
verme se ilumina su vieja y expresiva mirada cargada de nobleza sin poder evitar que, provocada por la sincera
alegría, alguna lagrimilla aparezca por sus ojos. Me abraza sin poder contener
su agradecimiento.
Estoy
hablando de ese marocho ejemplar estimado por todos los que le conocen, cuyo
nombre es Teodoro Márquez Pérez, de 91 años, conocido popularmente como Manuel
“Catalino”. Le pregunto, por qué se hace
llamar con este nombre y no por el
primero. Me contesta riéndose que,
aunque en el Juzgado lo anotaron como Teodoro, el día de su bautizo, su madre le
dijo al cura que le gustaba más el de Manuel. A partir de ese momento todo el
mundo lo identifica por este nombre.
Acepta
de inmediato mi invitación de salir a pasear por la inmediación y, aprovechando
la libertad que tiene para dejar su lugar de acogida en horas determinadas, llegamos
hasta el bar más cercano donde nos sentamos, tomando un café.
Habla y habla de mil cosas, resultando tan
amena su charla que el tiempo pasa volando. Cuenta que en el Centro le tratan
muy bien, habiendo conseguido por su buen comportamiento, el aprecio de sus
compañeros y también el de las monjas y demás personas que les
cuidan. Dice que lo que más le cuesta, es tener que asistir a todas las misas…
Tanto
la ropa que viste como su cuerpo, presentan un buen especto de aseo. Vivía solo
y refiere que este invierno tan lluvioso cayó enfermo. Debió de pasarlo muy mal en su casa para
llegar al propio convencimiento de que en aquella situación
no podía seguir. A pesar de ello, en cada una de sus palabras se palpa la
añoranza que siente por ese pueblo que le vio nacer y tanto quiere. Su ilusión
sería poder volver y pasar sus últimos días recogido en el
proyectado centro para mayores en Encinasola. (Quiera Dios que la situación
de crisis que atravesamos no trunque sus
deseos).
Seguimos
caminado y relata con una lucidez que asombra, innumerables y simpáticas peripecias
de su niñez. Dice que su primer y único maestro fue D. Carlos, conociendo
también al famoso “Bolán”; maestro que daba sus clases particulares en un cobertizo
para el ganado sito en el Callejón del Ministro, próximo al derruido Castillo.
Durante
su juventud también llevó a cabo algunos portes de café desde Portugal, ocupación
que dejó pronto debido a la fuerte oposición que encontraba por parte de su
madre, la cual, no quería de ninguna manera que su hijo se dedicase al
contrabando, ante el peligro que corría.
Relata,
que una de las innumerables veces que se dirigía a Picoroto, finca en la que
trabajó muchos años, se cruzó en el camino con los carabineros que traían
detenidos a Manuel “Pajarito” y Vicente “Medio Pan”. Estas personas, como ya se
ha dicho en escrito aparte, encontrarían la muerte en circunstancias extremadamente
traumáticas .
Comenta
innumerables anécdotas de su paso por la guerra, habiendo estado destinado en Intendencia,
unidad de avituallamiento, donde las monjas de un hospital de Córdoba a las que
suministraba víveres, también le querían mucho. El único punto discordante fue
la disputa que mantuvo con un cabo que le obligaba a cargar sacos de 100 kilos.
Llegó el momento que se plantó diciéndole, que él pesaba poco más de 40 y de
ninguna forma podía levantar aquel peso tan excesivo. Con el apoyó de su alférez
Segura, le ganó el pulso al cabo. También recuerda su buena
amistad con su amigo el carrero, de apodo “Picaillo”
Destaca
en su fluida y abundante conversación, el cariño y respeto con el que habla de
su padre. Dice con orgullo, que era hombre
honesto y trabajador incansable, habiendo pertenecido a la directiva del Sindicato
Socialista del momento. Al parecer Manuel, que así también se llamaba su padre,
mantuvo algún tipo de enfrentamiento verbal con un falangista de origen
portugués llamado Monteiro, en el momento que se despedía de su hijo Francisco
(hermano de “Catalino) cuando, junto a otros movilizados, subía a un camión que
los trasladarían a los frentes de guerra.
La
consecuencia del altercado fue, que esa misma noche el referido falangista, varios
carabineros y algún paisano (omito el nombre de éste por respeto a su familia),
tras aporrear la puerta de su domicilio entraran en el mismo, procediendo de
inmediato a su detención, siendo esposado y trasladado al cuartel.
Cuenta
Manuel que la misma madrugada se llevó a cabo algún fusilamiento, lo que
posiblemente le hubiese ocurrido a su padre de no ser por la decidida y
acertada intervención de tío Ascensión “Vinagre” que, tan pronto tuvo
conocimiento de lo que sucedía, se trasladó al lugar donde se encontraba y
encarándose con el famoso comandante de puesto Valseca, le preguntó: “¡Por qué
habéis detenido a este hombre!... ¡Qué delito ha cometido!... Manuel es una buena persona
que ha pasado gran parte de su vida trabajando honradamente en mi casa”.
Gracias
a la influencia de este hombre en aquellos momentos, Manuel fue puesto en
libertad cuando ya se disponía su conducción a la cárcel. A pesar de todo,
durante su permanencia en el cuartel le dieron una buena paliza. Sus heridas
cicatrizaron pronto, pero el daño psicológico sufrido fue tal, que no pudo asistir
a su trabajo durante bastante tiempo después.
Desvío
la conversación hacia otro tema cuando observo que de nuevo se humedecen los
ojos de Manuel, pero no quiero dejar de resaltar el afecto que noto en las
palabras de este anciano al hablar de la familia “Vinagre”, incluyendo desde el
abuelo Ascensión hasta sus nietas María del Carmen y María Isabel, sin
olvidarse tampoco de Maruja. No en vano pasó gran parte de su vida trabajando en
sus fincas, entendiéndose que tal afecto debió de existir por ambas partes. Recuerda
una y otra vez que le decían: “Manuel, cuando necesites veinte duros, no los
busques en ningún sitio… pídelos en esta casa”, detalle que no ha olvidado nunca.
Nos
despedimos y vuelve a abrazarme, no sin antes prometerle que volveré a visitarle
tan pronto sea posible.
J.M.Santos
Santos, que alegria me ha dado, saber que Manuel Catalino, se encuentra bien, buena persona donde los haya. Con el dinero que despilfarraron en La Contienda, se podia haber hecho una buena Residencia de ancianos, y no tener que salir en la ultima etapa de la vida de su pueblo añorado. Saludos
ResponderEliminarFantastico relato del que ya nos estábamos olvidando,espero que no lo dejes y sigas en esta linea mas a menudo, la verdad que por unos instante no he podido reprimir alguna lagrima,pues conozco a Manuel,se de su gran memoria,bondad y cariño con los demás pero también entiendo de su soledad a ciertas edades, es muy bonito estar rodeados de nietos que te ayudan a vivir, pero ese no es su caso, a pesar de su larga edad le deseo de todo corazón que se prolongue por muchos años su estancia entre nosotros y que dios le conserve su lucidez para deleitarnos con sus historias,Un abrazo TEODORO Manuel para los amigos
ResponderEliminarFantástico escrito José María.
ResponderEliminarQuiero un montón a este hombre que a mi siempre me llamó Mari Fe.
Cuando fui a Encinasola caminabamos juntos por el campo d futbol, bien tempranito, recuerdo que él siempre ponia una piedrecita en cada vuelta que hacia para saber lo que caminaba.
Deseo de corazón que esté bien, y que tú sigas escribbiendo estas cosas tan bonitas, nos tenias muy dejados. Un beso muy grande.
Que alegria ver a Manuel, no savia que se huviese ido del pueblo, este hombre era muy amigo de mi padre trabajo con mi suegro mucho tiempo talando encinas, siempre decia mi suegro que era una buena persona y muy querida en el pueblo, yo digo lo que dice Anonimo que pena que no hayan hecho ya una residencia en el pueblo, con lo de jente mayor que ahí en Encinasola, que les gustaria pasar lo poco que le quede alli donde nacieron, y el que se barga por si solo como en este caso Manuel saldria de vez encuando a dar un paseo por alli y no perderia el contacto con sus amigos y familiares, yo sufro mucho con estas cosas me da muchisima pena de los mayores, un saludo J Maria me alegro de que ayas buelto nos tenias un poco olvidados.
ResponderEliminarNo sabía que ya se había ído a Aracena:él lo deseaba porque la soledad y el miedo a que le pasase algo con la edad que tiene, le preocupaba. En el puesto de la fruta del baratillo, le llamaban el de los 2 euros, porque compraba fruta por ese valor, mezclada. Me alegro que esté bien, es un buen vecino y en verdad, tiene una memoria envidiable.
ResponderEliminarUn saludo!
Amigo Santos, sabes que nos alegramos de tu visita a Manue, que no lo hemos hechado en el olvido, quisieramos que estubiera paseando por nuestras calles y poder hablar siempre riendo y con buen humor.
ResponderEliminarDesde aqui un fuerte abrazo para Manue y para ti darte la gracias por tus lineas tan esperadas siempre.
Faustino
Santos,poqué no escribes algo sobre aquellos personajes que se ponian aquellas tardes de verano en la esquina El Taller. Te acuerdas.Que bonito aquellas tertulias. Saludos
ResponderEliminarAmigo Jose Maria, como echaba de menos tus escritos. Son como las buenas películas, siempre hacen reflexionar.
ResponderEliminarEs triste que un buen hombre apegado a sus raices tenga que pasar sus últimos dias entre desconocidos por muy bien que le cuiden. Y lo peor es que ese es el final que a mas de uno nos espera...
Besos y sigue escribiendo
Pilar
Que hay en concreto sobre la Residencia que se iba a construir en el pueblo. Que alguien informe. Aunque como estan las perras por ahora lo veo dificil.El casino de los ricos ¿se preparo para Residencia?.Que pena de pueblo
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