Dedicado a los esquiladores de ovejas “Pelaores”, gremio ya casi extinguido y olvidado en nuestro pueblo.
Se acercaba el mes de mayo. Como
cada año, dependiendo de la climatología, en Encinasola daba comienzo la
esquila. Se conocía como “La Pela”. Los
“pelaores” se agrupaban en dos cuadrillas fijas compuesta por quince o veinte hombres
cada una. Estas cuadrillas estaban dirigida por sus manijeros, que eran Francisco “Juan-Angel” y Juan “Barreno”.
Llegado el
día acordado para empezar, cada cual se presentaba provisto de su tijera
envainada y piedra de afilar. El tajo
podía estar bien en pueblo o en el cortijo del ganadero. Para que no se demorase el
trabajo, desde primera hora el pastor ya tenía “apernadas” varias ovejas
–apernar era inmovilizar el animal atándole sus cuatro patas con una cuerda
conocida como “apernaera”--. La palabra ¡vámonos! pronunciada por el manijero,
era la señal para el comienzo.
Aunque la
faena, debido a la postura de permanecer tanto tiempo con el cuerpo doblado
resultaba incómoda, el ambiente era cordial debido al sano compañerismo,
mezclado con expresiones más o menos chistosas o picarescas que se pronunciaban. El "amo"solía invitar durante
la faena con vino que, en un vaso, repartía el manijero. Todos bebían en la
misma vasija.
En cada cuadrilla había un zagalón ya
crecidito que era conocido como “el morenero”. Cuando cualquiera de los
“pelaores” le hacía un pequeño corte al animal con su tijera, gritaba: ¡moreeeno!...
¡Dónde!... respondía el chaval. Aunque si era veterano no necesitaba preguntar,
ya que por su voz conocía a quien requería sus servicios. En ese momento acudía portando una lata que contenía
un mejunje hecho de corcho quemado, aceite y zotal. Con una brocha untaba este
producto en la herida del animal con el fin de impedir la posible infección
y al mismo tiempo, ahuyentar a las moscas. También ayudaba al manijero
recogiendo lana del suelo mientras éste confeccionaba el vellón. Era además el
blanco de numerosas bromas, digamos cariñosas, que le gastaban.
Para "echar las cuentas", el manijero “Barreno” –que andaba más bien escaso en asunto de números--,
siempre recurría a su compañero Cornelio, que era conocedor de las cuatro reglas.
Seguidamente se reunían en el bar de tío
Ascensión –hoy El Cañizo--, donde celebraban el cierre de temporada, tal como
muestra la positiva que aparece.
Decir por último que, como en todas las
profesiones, en ambas cuadrillas había hombre que destacaban en el trabajo por
su rapidez y buen hacer. En la que dirigía Juan “Barreno” eran, entre otros,
Andrés “Jeringuero” y José Gómez, padres respectivos de nuestras estimadas
paisanas María Victoria Carrasco y Puri Gómez; lo que se hace constar
para orgullo de ambas.
J.M.Santos
No hay comentarios:
Publicar un comentario