Fueron muchos los “marochos” que en
los años sesenta emprendieron un largo viaje en la distancia y en el tiempo en busca de progreso y libertad; camino que prometía hacer realidad el anhelo de tantos
jóvenes. Cualquiera de estos muchachos pudiera haber sido el protagonista de
estos versos. Trotando por el mundo se fue haciendo mayor hasta que, cargado de
añoranza, llega un día que siente
necesidad de volver a su tierra para quedarse definitivamente entre los suyos.
Soy
aquel “marocho” errante
que vuelve desde allá
lejos.
Con añoranza en el pecho
mezclada con mil recuerdos,
quiero volver a pisar
cada piedra de tu suelo.
El suelo de mis mayores,
de los amigos de infancia,
de esa ilusión tempranera
que cuando joven te embarga
y que el tiempo nunca
borra
porque se ocultó en el
alma.
Desde La Fuente hasta Ollero
recorro todas las calles,
pero ese
olor a pan casero
que
despertaba el sentido,
ya no aroma
por tus aires.
¿Qué fue de aquella muchacha
de mejillas sonrosadas,
que en horas de la mañana
con su cántaro al cuadril,
bajaba
al pilar por agua ?
del "Pozo del manaero",
que en palique apasionado
platicaban de amoríos
o de historias trasnochadas?
Ya no se escuchan a la
abuela
canturrear el Pandero
en el zaguán de su casa
mientras hilaba la lana
con rueca y devanadera.
No se oye por la calle
el piropo zalamero,
cuando, por La Corredera,
la mozuela casadera
balanceaba su talle.
Y cómo olvidarme puedo
de Marcos, “el pescadero”….
Siempre jovial, pregonaba:
¡Sardinas
frescas! ¡Vamos niñas!...
¡Tres cuartos por seis reales!
Mis pasos por el Ensanche
me
llevan hasta La Peña….
¡Peña
nuestra!... recia… altiva….
centinela de los tiempos.
Cuando regresa el ausente
con penas o desaliento,
sólo con ver tu silueta
la luz llega a su semblante….
He subido a visitarte
y contemplo
al atardecer
esa línea ondulada
que separa cielo y tierra
dibujando
el horizonte.
Cielo abierto…luminoso…
donde se refleja en primavera
el verdor perenne de los olivares.
Horizonte lejano... inalcanzable….
límite
de tantos sueños de juventud.
¡Dónde
fueron tus fandangos…
Dime Ciri, amigo dónde!…
Aquéllos que se
escuchaban
antes de apuntar el alba,
junto al mostrador
mugriento
de cualquier taberna o tasca.
Qué fue de esa voz quebrada
que tras sorbo
de aguardiente,
brotando de tu
garganta
se perdía en
la madrugada
cargada de un
sentimiento
que solo un
pecho noble guarda.
Encinasola, mi pueblo…
Tantas
veces marginado
por
ancestros gobernantes
que nunca te valoraron
ni
supieron defenderte.
Como
tesoro guardado
conservas tus tradiciones,
tu incomparable folclore
y la
sencillez de tu gente.
Gente honrada… generosa…
que cuando
tiende su mano
hace amigos para siempre.
Soy aquel “marocho” errante
que al andar, no hizo
sendero…
La vida me enseñó su zarpa,
el azar guío mi rumbo
y mis pasos el destino.
Pero digo con orgullo,
que
mientras pisaba caminos
bajo los cielos del mundo,
donde latió mi corazón
allí
estuvo Encinasola,
con
su acento y sus costumbres
tan
antiguas y arraigadas.
¡Como han pasado años!...
Regreso cansado y viejo.
Vengo buscando sosiego
y ese abrazo fraternal
que da el amigo sincero.
Ni
títulos… ni grandeza…
¡nada tengo!… Dejo como testamento
el mensaje de estos
versos:
Cuando se acerque esa
hora
que nos iguala el rasero,
a mi
cuerpo que lo cubra
la tierra de Encinasola.
Soy aquel "marocho" errante
que al andar no hizo
sendero.
¡Maravilloso poema! ¡No se puede hacer mejor! Hasta pronto, un abrazo
ResponderEliminar