martes, 23 de julio de 2019

Los sueños de aquella chiquilla

      Los sueños de aquella chiquilla

 

   Desde pequeña prometía. En su agraciado rostro resaltaban un par de ojos de color miel y expresión dulce. Tempraneras, sus curvas femeninas se fueron pronunciando lo suficiente para no pasar desapercibidas ante las miradas de los muchachos del entorno rural donde vivía. Se podría decir, que cruzó por su adolescencia de puntillas porque, cuando se vino a dar cuenta, se había convertido en una mujer hermosa. Era recatada, agradable y romántica.

De origen humilde, pronto aprendió los quehaceres rutinarios de la casa; además de trabajar en las faenas del campo ayudando a su familia, tantas veces como fuese necesario. Cada tarde, cosía y cosía bajo el parral de su patio. Su aguja inquieta pasaba con agilidad de una a otra cara de la tela, dejando resaltado unos agraciados y ocurrentes bordados. Preparaba su ajuar; quizá con la intención de exhibirlo algún día ante aquel imaginario príncipe de sus sueños.

No era una chica egoísta, ni orgullosa; pero sí exigente en la cancha de los juegos del querer. Aunque no le faltaron pretendientes, es posible que ninguno de ellos supiera ahondar lo suficiente hasta llegar a descubrir los valores que guardaba en el fondo de sus sentimientos.

 Fueron pasando los años. Ella seguía esperando mientras cosía y cosía. A veces, dirigiendo su mirada hacia horizonte parecía ausente. Desde su intimidad, solo la muchacha podría decir qué pensamientos pasaban por su mente en aquellos momentos. Aunque sus puntadas con hilos multicolores perdían ritmo cada día al ver como, por el zaguán de su casa desfilaban sus ilusiones que, una tras otra, se fueron ocultando en el tiempo.

 

                                                                        J.M. Santos












 

















   

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