sábado, 12 de enero de 2019

Calle Feria -- relato policial--

       



      Los atracadores de bancos suelen ser de los más respetados dentro del mundillo de la delincuencia. Para sus colegas de menor rango son como ídolos. Su fama pronto traspasa límites, tanto los de su entorno de barrio como los de la ciudad donde viven. En ocasiones llegan a ocupar un puesto relevante incluso a nivel nacional.
En el momento de actuar, los más peligrosos pueden llegar a ser los que, pistola en mano, entran en la entidad bajo los efectos del “mono”. Éstos, empleando una violencia extrema, ponen en serio peligro la integridad, tanto de empleados como clientes. No faltan tampoco, como en el caso que se relata a continuación, los que usan todas las artimañas habidas para intentar conseguir su fin, demostrando una astucia que asombra. 
        
Las cámaras de filmación instaladas en la sucursal del Banco Santander de la Avenida República Argentina de Sevilla, no consiguieron fotografiar a los autores de un atraco ocurrido en la misma. Se conoció -- por declaraciones de empleados y testigos--, que eran dos individuos de unos 30 años, con buen aspecto y vestidos de forma normal. Al ser preguntadas, las víctimas solían decir que cualquier persona que se cruzase con ellos en la calle, lo que menos podía pensar es que estaba ante dos delincuentes de cuidado. Actuaron a cara descubierta, tranquilos, sin violencia manifiesta y con sobrado oficio y maestría. Ese día, bajo la amenaza de sus armas de fuego, consiguieron llevarse unos siete millones de las antiguas pesetas.
La verdad es, que los investigadores andábamos un poco despistados sobre la autoría del hecho. A pesar de las intensas gestiones que se hacían, no se conseguía coger el hilo. Por experiencia se había llegado a la conclusión que se trataba de individuos foráneos. Éstos son de los que van delinquiendo de ciudad en ciudad con escaso tiempo de permanencia en cada una --dan unos cuantos de palos y se largan--. Hay que decir, que cuando un grupo operativo policial se encuentra con este tipo de “chorizos”, la investigación se hace mucho más difícil. Pero nunca mejor dicho: en estos casos hay que tener paciencia y saber esperar.
Un buen día se recibe en el Grupo llamada telefónica de un confidente.  Hacía saber, que una mujer vestida de forma elegante y manejando dinero, era vista con frecuencia en un barrio marginal de Sevilla, donde compraba bastante cantidad de droga. Guardaba en su bolso de mano una pequeña pistola, arma que dejaba ver cuando le interesaba; quizá con la idea de dar a conocer su intención de usarla contra cualquiera que se atreviera a robarle. El informador no conocía su nombre, pero sí sabía que la fémina había sido compañera sentimental de un antiguo cliente del Grupo; conocido atracador que por aquellas fechas se encontraba en prisión cumpliendo una condena de varios años. Añadía también, que pudiera estar viviendo en un bloque de pisos sin determinar de la céntrica calle Feria de la capital hispalense en compañía de alguien más, teniéndose en cuenta la cantidad elevada de droga que adquiría, sin ser traficante
Por nuestra parte, ahí empezó la verdadera investigación. A partir de ese momento, una vez que se obtuvo la foto de reseña policial de la mujer, dos funcionarios de los más antiguos en la unidad que la conocían personalmente, se encargaron de patear una y otra vez la referida calle. Por fin, un buen día se dieron de cara con la fémina. Sometida a discreto seguimiento, les llevó hasta el portal nº136, entrando en el mismo tras abrir con llave. Seguidamente, conocer el piso que habitaba fue cosa fácil; averiguándose también que, efectivamente, compartía la vivienda con dos hombres.
El asunto ya empezaba a tener bastante color, motivo por el cual, se preparó un dispositivo completo y bien organizado. El suficiente para intervenir en cualquier momento si hubiese sido necesario. Se contaba con un punto de vigilancia cercano al lugar –que en adelante le llamaremos “punto B”--. Desde este emplazamiento --bastante discreto--, por radio se comunicaba al instante cualquier movimiento de los individuos tan pronto asomaban la cabeza por el portal de su bloque. Solían salir los tres por separado. Sometidos a seguimiento, se les veía merodear por las inmediaciones de entidades bancarias de la zona. En algunas entraban como si fuesen clientes normales. Se supo igualmente, que en un parking cercano guardaban un coche que figuraba alquilado con documentación falsa; vehículo que no usaban en ningún momento. Aunque habían sido fotografiados, no encontrábamos la forma de conocer la identidad verdadera de cada uno de los barones.
 Pasaba el tiempo y la situación se prolongaba sin ningún resultado positivo. Aunque se tenía casi el pleno convencimiento de que pudieran ser los hombres que buscábamos, no había ni una sola prueba de peso para detenerlos. No quedaba otra alternativa sino esperar acontecimientos. Uno de los últimos días, mientras era seguido el que después resultaría ser cabecilla del trío, entró en un bar. Momentos después lo hizo el policía que iba tras él situándose a su lado. El “choro”, sin sospechar lo más mínimo, repasaba tranquilamente la prensa del día mientras saboreaba un café. Cuando abonó la consumición y salió del local, el compañero se identificó ante el camarero e intervino la taza usada por el “malo”. Al poco rato, la vasija era enviada a la Brigada de Policía Científica para su estudio dactiloscópico.
Por fin, tras casi dos meses de espera, llegó el día clave. Sobre las nueve horas, el policía que se encontraba en el “punto B” comunica que en ese momento salían los dos individuos. Era la primera vez que se veían juntos y vestidos ambos con ropa distinta a la habitual – bien arregladitos para entender--. Una vez en la calle empezaron a andar de forma rápida y cautelosa, hasta perderse por una de las estrechas callejuelas, tan abundantes en esa zona antigua de Sevilla --seguro que ya llevaban el itinerario prefijado--. El resultado no fue otro que dejar “colgados” a los que habían salido tras ellos. Rápidamente, el Jefe de Grupo ordenó abandonar el seguimiento para que cada uno volviera a ocupar su puesto en el dispositivo.
 Mientras tanto, ese mismo día y a través del teléfono, se  adelanta el resultado del informe sobre las huellas dactilares obtenidas en la taza de café. El Grupo correspondiente había conseguido identificar a un “prenda de cuidado” --de los que se conocen como “ligero de gatillo” dicho en leguaje policial-- individuo a quien, además de constarle numerosos antecedentes, le figuraba en vigor varias órdenes de “Busca y Captura”; una de ellas por encontrarse fugado de la prisión de Barcelona.
Atentos, cada uno en su puesto, todos esperábamos acontecimientos. De pronto, como es normal en estos casos, la Sala del O91 confirma que se había cometido atraco en la sucursal del Banco de Granada ubicada en las inmediaciones de la Plaza de la Encarnación. EL hecho había sido llevado a cabo por dos individuos, que habían conseguido apoderarse de unos veinte millones de pesetas. La tensión del momento se palpaba, aumentando cuando minutos después, el funcionario del “punto B” comunica, que nuestros hombres acababan de entrar en el portal. Uno de ellos portaba una abultada bolsa de tipo comercial. Al parecer, todo les había salido a pedir de boca como se conocería después.
 A partir de ese momento, el responsable del servicio decidió esperar de nuevo antes de actuar. Mientras tanto, a través del juzgado se gestionaba el correspondiente Mandamiento de Entrada y Registro. Teniendo en cuenta que la situación estaba totalmente controlada, el jefe no consideró oportuno precipitar los acontecimientos entrando “a la brava” en el piso. A ser posible, era prudente evitar una posible reacción con disparos por parte de sus ocupantes; mucho más, al conocerse ya la casta delincuencial de al menos uno de los “chorizos”.
Esta vez la espera no se hizo larga. Pasado algo menos de una hora, el “punto B” comunica de nuevo que hacia su aparición el individuo considerado como segundo en la escala de mando. Había cambiado su vestimenta por otra más deportiva y, como de costumbre, salía a dar su paseo. Sorprendió que esta vez siguiera dirección Barqueta y no centro de la ciudad como era costumbre. Quizá el motivo no era otro, sino intentar acercarse hasta donde estaba estacionado el vehículo y prepararlo; tal vez con la intención de largarse todos cuanto antes. Se dejó caminar lo suficiente para que, en caso de alboroto durante su detención, no fuesen alertados sus colegas. Al ser interceptado, no se le dio la más mínima ocasión de reaccionar, ya que en pocos segundos estaba mordiendo el polvo. Poco después se conocería su identidad, que igual a su compañero, también se encontraba reclamado por haberse fugado de La Modelo.
De nuevo, cada uno a su puesto. Al poco rato se vuelve a escuchar el portátil del informador anunciando que el “jefe”, ya cambiado de ropa, hacia su aparición en el portal. A éste no se le permitió ni dar tres pasos, procediéndose a su detención sin que llegara a enterarse desde donde le “llegaban los tiros”, como se suele decir. Cuando quiso reaccionar, ya estaba engrilletado y tumbado en el suelo.
Ya solo quedaba nuestra antigua amiga… Rápidamente y previstos de la Orden de Entrada y Registro correspondiente, con una de las llaves intervenidas a los anteriores, se abrió el piso sin ningún problema. En su interior, sorprendida, encontramos a “la dama”, que también fue esposada de inmediato. Comenzado el registro, extendidos sobre una cama se podía ver gran cantidad de fajos de billetes --algo más de 20 millones de las antiguas pesetas--. Tal como aparece en la positiva adjunta, se recuperaron cuatro armas de fuego, placas falsas de policía, pasaportes y documentos de identidad falsificados, así como otros objetos usados en su actividad delictiva. También se encontraron varios recibos de ingresos bancarios recientes por valor de unos cuatro millones, cantidad que posiblemente procediera de su primer atraco.
¿Qué había ocurrido?... Pues se explica a continuación: Tan pronto como los individuos salieron del portal, a través de las callejuelas antes referidas, en pocos minutos llegaron a la plaza, entrando de forma resuelta en la sucursal ya mencionada. Acto seguido solicitan hablar en privado con el director. Cuando éste los recibió en su despacho, los “prendas”, muy tranquilos y exhibiendo sus placas, hicieron saber al responsable de la oficina que eran policías. A través de sus movimientos y con mucho oficio, de forma disimulada dejaban ver sus pistolas que, debidamente enfundadas, llevaban prendidas al cinto. Continúan diciendo que sus jefes les habían encomendado la misión de proteger la sucursal, pues se sabía, que en la caja principal de la misma había bastante dinero y un determinado grupo terrorista organizado, planeaba un atraco ese mismo día. -- Hay que señalar que, por aquellas fechas, estaban al día las actuaciones de tales grupos--. Quiso el destino, que en esos momentos y de forma casual, apareciese en la plaza un coche del O91 haciendo su recorrido normal que, sin ninguna misión determinada, se marchó pronto del lugar. La presencia del patrullero fue aprovechada por los maleantes para dar mayor credibilidad a la mentira urdida, diciendo al desconfiado director: “ve usted, ese coche de policía forma parte del dispositivo que tenemos montado en las inmediaciones. Para mayor control de la situación, necesitamos también conocer el funcionamiento de apertura de la caja”.
El sorprendido y engañado empleado, picando el anzuelo, tomó la decisión equivocada. Bajando con ellos al sótano les abrió la caja; momento que aprovecharon los “malos” para amenazarle con sus armas y guardar en la bolsa sin ninguna dificultad, todo el dinero existente en la misma. El golpe, de momento, les había salido perfecto. Lo que no esperaban nunca, era el recibimiento que les teníamos preparado a  su regreso.    
                                                                                                                                                            J.M. Santos
                                                                                                                        
                                                                                                                                                                              

                                                                                                                                    










                                                                                                              
                                                                                                                                                                             
                                                                                                                                 


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