domingo, 2 de diciembre de 2018

Los olvidados

       Quiero dedicar estas letras al recuerdo de todos los hombres y mujeres de nuestro pueblo que tanto sufrieron por sobrevivir en aquel ambiente tan cargado de penurias. Personas  analfabetas la mayoría, pero tan íntegras y honradas como las más.
       Tendríamos que situarnos entre las décadas de los  30 y 60 del pasado siglo. Eran tiempos de senaras, burros y alpargatas. Jornadas de trabajo duro. De tantas y tantas noches durmiendo bajo las estrellas. De años interminables cuidando rebaños de ganado ajeno. De tener que soportar el menosprecio continuado de aquella sociedad tremendamente clasista tan sobrada de injusticias.
         Al hablar de las mujeres, quizá sería más acertado nombrarlas como “heroínas”, por el valiente y digno papel que desempeñaron. Esposas que, rodando en el mismo carro que sus maridos, se abrazaban a cualquier trabajo del campo. En algunos casos se veían obligadas por la necesidad a tener que parir bajo la escasa y tambaleante llama de un candil de aceite que colgaba de cualquier gancho de un miserable habitáculo. Las mismas que, además de cuidar de sus hijos, lavaban sus escasas y raídas prendas en el arroyo cercano; sin descuidar tampoco que a la hora de comer, en su cazuela, no faltase –cuando lo había- un cocido de garbanzos condimentado con  tocino añejo.
      ¿Qué decir de los niños?... Muchos de ellos habían nacido en cualquiera de las abundantes y humildes chozas que se encontraban repartidas por nuestros campos. Empezaron a dar sus primeros pasos junto al fuego que daba calor a un par de pucheros ennegrecidos. Más adelante, sin horizonte ni meta, su juventud fue transcurriendo mientras caminaban por el surco tras el arado, sin otra ilusión que la de ver amanecer cada día.
     Atrás –casi no recordado hoy- queda toda una vida de sacrificio de todas aquellas personas que vivieron tiempos tan difíciles. Conocieron la explotación, el hambre y otras privaciones. Como espectadores de primera fila, supieron de los cambios traumáticos de la política, así como de los horrores de la guerra que llegaría después.
    Comentar por último,  que a lo largo de todos estos años, en Encinasola se han venido celebrado actos de homenajes dedicados a personas que destacaron por su arte, cultura  o buen hacer. También y para perpetuar su memoria, a los contrabandistas se les rotuló una calle del pueblo.
    No es que venga yo a referir aquí que estos actos hayan sido inmerecidos. Pero tampoco se puede dejar de decir, que todas aquellas personas que tanto lucharon y que con el tiempo han ido desapareciendo para perderse en el olvido, también deberían ser merecedoras de que, públicamente, se les hiciese algún tipo de reconocimiento. Nunca sería tarde.
                                                                                                                                                                                                                                        J.M. Santos

3 comentarios:

  1. Muy acertados esos comentarios, Amigo José María, aquellas personas entre las que se encontrarían mis padres y abuelos, son merecedores de los más encendidos himenajes. Solo ellos saben los sufrimientos que pasaron para sobrevivir, trabajando de sol a sol y muchas veces desde mucho antes que saliera el sol, a la luz del candil, como bien dices.

    ResponderEliminar
  2. Completamente de acuerdo contigo; ellos sí que eran merecedores de homenajes. Ahí veo reflejado a mi padre, a mi madre, en definitiva a toda nuestra familia, un abrazo .

    ResponderEliminar
  3. Santos, cuando leo esto, no tengo por menos que ubicarme en mi pueblo -Burguillos- fiel reflejo de lo que del tuyo relatas en este, y en otros muchos de los que te hemos leído, espero que sigas escribiendo para que nuestra juventud, al menos, medite sobre lo que vivieron y vivimos, algunos aun presentes, de aquellas décadas y digo que mediten porque las historia , en la mayoría de las veces, y aunque con distintas mascaras se suele repetir. un abrazo SANTOS.

    ResponderEliminar