Me
considero un hombre de a pie que intenta cada día aportar su grano de arena
para que la convivencia entre todos sea lo más agradable posible. Quiero a mi
país. Lo digo sin rodeos, pero siento preocupación porque, desde mi forma de
ver, cada día nos alejamos más de aquella idea de sociedad justa por la que luché
durante tantos años, intentando siempre cumplir con mi trabajo de la mejor
forma que supe.
Conocimos la Dictadura en pleno
apogeo. Bastantes años después vivimos lo que se llamó Transición; periodo que terminó
cuando fue votada la Constitución que, una gran mayoría, abrazamos sin reserva.
Puedo asegurar, que no fue fácil recorrer todo este larguísimo trecho. Quizá las
nuevas generaciones no lo sepan –o quieran mirar hacia otro lado- pero, hubo
que regar “la piel de toro” con bastante
sudor y sacrificio. Por fin empezaba a rodar la tan ansiada e ilusionante Democracia.
Explicado
de forma simple y en pocas palabras, yo pensaba que el sistema democrático era
el mejor para que cada individuo pudiese expresar libremente sus ideas. Aunque
respetando siempre las de los demás. Sistema donde cada cual pudiese hacer uso
de sus derechos y libertades como persona. Pero sin olvidar que también existen
obligaciones a las que hay que hacer frente sin excusas. Imaginaba una forma de
sociedad en la que resplandeciera el orden y la justicia en todas sus formas,
sin distinción de clases. No puedo entender como en tan pocos años, se han
podido devaluar tanto las normas morales de convivencia a seguir en cualquier comunidad.
Ese respeto y consideración que nos deberíamos tener unos a otros, cada vez es
más notable, pero por su ausencia.
Se habla
mucho y a la ligera de “machismo” o “feminismo”. Es innegable que las mujeres, por
méritos propios, han conseguido un escalón justo y merecido. Bien que se lo han
ganado a pulso. Por el otro lado, ese arraigo “machista” del que se han
aprovechado tantos hombres a lo largo de la historia conocida, se encuentra hoy
en sus horas más bajas. Seguro que hay muchos menos varones con esa idea rancia
de lo que se cree.
También hay que decir, que el concepto de
“machismo” en la mente de algunas mujeres, fluye desbordado como “río salido de
madre”. Mencionaré un ejemplo insignificante: si de forma puntual y con respeto
le dices a una mujer que es linda, es posible que te responda con una sonrisa
agradecida –no todas comulgan con ese “feminismo” radical que se vive- Pero… ¡cuidado!, porque no faltarán voces que
intentaran marcarte con el sello de “machista”. ¡Sí!… serán las mismas voces que
enmudecen cuando, en algún que otro programa
de la tele de los señalados como “basura”, se denigra de forma tan vulgar a la
mujer.
¿Libertad
de expresión? Respondo convencido, que me parece bien que cada cual pueda dar
rienda suelta a sus sentimientos de la forma que considere. ¡Pero… ojito con lo que se dice y como lo expresas! Las
palabras, como piedras lanzadas al viento que nunca se sabe dónde van a caer,
pueden hacer daño y mucho. Es ahí cuando, al hacer uso de forma descarada de esa
libertad, pudiésemos estar invadiendo los sentimientos, la intimidad y el
derecho de los demás.
Todos
sabemos de algunas recientes sentencias judiciales sobre el tema. Entre otras
lindezas, twittear o vocear tan alegremente sobre la muerte de personas lo
considero, además de delictivo, muy poco elegante. A los familiares de esas
personas que pudieran existir, seguro que no les resultará muy grato.
Recurramos una vez más al viejo refrán y juzguemos: ¿Cómo reaccionarias al escuchar
el nombre de tu padre muerto en circunstancias trágicas, aireado por los escenarios
en tono barato e inapropiado? ¿Esta es la tan traída y llevada libertad de
expresión?...
Es cierto
que la delincuencia, en todas sus ramas, ha existido siempre pero, pienso que
en estos tiempos que vivimos, estamos batiendo record. Da la impresión de que
medio pueblo actúa solo con la maligna idea de engañar a la otra mitad.
Alarmante
resulta oír a cada momento en cualquier boletín informativo, que en tal o cual
empresa u organismo, se están cometiendo
fraudes de todo tipo. Las violaciones de mujeres y abusos de menores, es la
noticia sobresaliente de cada día. Incalificables los hechos relacionados con
el tráfico de drogas. En especial, los ocurrido recientemente en la zona algecireña.
¿Y qué
pensar sobre esa lacra conocida como “Violencia de Género”? Aunque las leyes se
inclinan a favor de la mujer y desde todos los frentes se repudia este tipo de
hechos, cada día hay más casos con resultado de muerte. Esta situación nos
lleva a pensar, que algo no encaja ni funciona como debería.
Sin palabras me quedo al comentar sobre la
clase política de nuestra España. A veces, incluso verles discutir en el Parlamento
cualquier tema de interés nacional, ya deja mucho que desear. En vez de apoyar
cada uno con su hombro para solucionar problemas, lo que hacen es ponerse
zancadillas los unos a los otros. Con respeto limitado y llegando incluso al insulto,
solo tratan de acoplar discursos de escasa credibilidad, a sus intereses
particulares o a los de sus partidos. Recordaremos aquello de “la poltrona”, para
entender.
También hay
que resaltar el comportamiento delictivo de algunos -bastante por desgracia-
Pregunto: ¿Cómo es posible que personas que han sido elegidas por el pueblo, o
asignadas a dedo para cargos de relevancia, pueden estar metidos hasta el
cuello en asuntos tan sucios? ¿Cómo se puede llegar a la política con el único
fin de enriquecerse de forma tan ruin? ¿Cómo se permiten engañar a ese pueblo
al que prometieron defender? ¿Pero… cómo no se les cae la cara de vergüenza? Nunca
lo comprenderé. Deseo y espero que algún día, los tribunales ponga a cada cual en el lugar que le
corresponde.
No quisiera
dar por terminado mi breve recorrido por la democracia, sin comentar lo que
está ocurriendo en el mundo laboral. Lo hago de forma breve y sin entrar en
detalles, pero con conocimiento real y verdadero sobre el tema: ¿Es justo que a
un obrero responsable y cumplidor en su trabajo de muchos años, lo puedan despedir
de un día para otro sin causa justificada ni explicación de ningún tipo? Pese a
quien pese, puedo asegurar -porque es cierto-, que esta situación no se conocía
durante la década de los 70 del pasado
siglo bajo el régimen dictatorial. Quizá para algunos, esta afirmación pueda
sonar a “fascismo”, pero se equivocaría quien lo pudiese pensar.
Por aquellos años, cualquier obrero honrado iba
cada día a su trabajo sin la preocupación de que pudiese golpear sobre su cabeza
ese mazo llamado “despido”. Si le surgía algún problema laboral de relevancia,
además de escucharle, su sindicato pronto ponía el caso en manos de un abogado laboralista.
¡Claro!... no debemos olvidar que aquellos sindicatos, aunque eran conocidos por las mismas siglas que los
actuales, hablaban otro lenguaje diferente…
Aún queda
mucha tinta que gastar. Habría tema para escribir infinidad de páginas. No pretendo
tampoco buscar culpables. Allá cada cual con sus responsabilidades. Si quiero
decir, que estaría confundido si al leer estas líneas, alguien pudiera entender
que se pretende “nadar en contra de la corriente”. Quizá estuviese más acertado
si pensara, que mi mentalidad, pudiera no estar en sintonía con este ritmo de
vida conocido como “progre”… Por llamarlo de alguna manera.
Equivocado
o no, tengo que gritar bien alto diciendo, que esta no es la Democracia con la
que un día soñé.
J.M. Santos
He leído con sumo interés tu escrito sobre la democracia, y rubricó todo lo que en él dices. Me ha gustado mucho tu manera de narrar cómo estamos viviendo esta democracia, que no es en estos momentos como comenzó su andadura. Un abrazo amigo J.Maria.
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