Mis pasos por el Ensanche me llevan hacia la
Peña. ¡Peña nuestra!... recia, altiva, centinela de los tiempos. Cuando regresa el ausente con penas o
desaliento, solo con ver tu silueta llega luz a su semblante. He subido a
visitarte y contemplo al atardecer, esa línea ondulada que separa cielo y
tierra dibujando el horizonte. Cielo abierto, luminoso, donde se refleja en
primavera el verdor perenne de los
olivares. Horizonte lejano, inalcanzable, límite de tantos sueños de juventud.
J.M.Santos
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