jueves, 13 de noviembre de 2008

VIOLENCIA DE GENERO





Cada mañana, siguiendo vieja costumbre, durante los minutos de aseo personal, escucho el boletín informativo de una emisora de radio. Se habla del  presidente de Los Estados Unidos, de la crisis, los palestinos, la bolsa, etc. De pronto, como ya es habitual, salta esa noticia a la que tan acostumbrados estamos: “Ha muerto otra mujer apuñalada por su pareja”. Impresionado, no dejo de cavilar tratando de encontrar --sin conseguirlo--, una explicación razonable a las preguntas que se me agolpan sobre las circunstancias que motivan este fenómeno.
  Ojeando la legislación queda uno más que sorprendido cuando conoce que están en vigor varias leyes y protocolos de actuación dirigidos a Fiscales y Fuerzas de la Seguridad del Estado. Han sido creadas unidades policiales especiales, UPAP (Unidad de Prevención, Asistencia y Protección), perteneciente al Cuerpo Nacional de Policía y EMUME (Especialistas Mujer- Menor) de la Guardia Civil. La misión de estas unidades es llevar a cabo seguimientos de protección a favor de las mujeres maltratadas. Existen además numerosas asociaciones que, aunque con distintas siglas, todas tienen cometidos similares de apoyo a la mujer. Es también la sociedad en general quien, tomando conciencia de la gravedad del problema, rechaza de lleno este tipo de violencia.
A pesar de todo, llega el momento que uno se pregunta: ¿si toda esta legislación redactada de forma clara y precisa ha sido creada y dirigida expresamente para luchar contra la llamada “Violencia de Género”, cómo es posible que cada día aumenten los casos de agresiones a mujeres? Me gustaría conocer opiniones solventes que pudieran dar respuesta convincente a esta pregunta; porque las consecuencias sí están bien definidas, pero no las causas.  Como no alcanzo a comprender, pienso que algo no encaja, o no funciona como debería.
Por otro lado, convencido de que no todos los que matan tienen mentalidad asesina, ante el confusionismo de ideas que genera el problema, equivocadas o no, uno saca sus propias conclusiones. Se observa que este tipo de violencia se viene dando en personas de cualquier cultura o raza, sin que predomine una edad determinada, incidiendo bastante entre parejas de inmigrantes. En estos casos pudieran influir costumbres distintas, o formas de pensar diferentes que no se acoplan al ambiente que encuentran al llegar a nuestro país; principalmente los hombres.
Pero no sólo ocurre entre parejas de extranjeros. Llama extraordinariamente la atención los repetidos hechos protagonizados por matrimonios españoles de apariencia estable y situados socialmente. La causa principal pudiera estar en que la mentalidad de algunos hombres se ha quedado estancada. Mentalidad que no ha querido, o no ha sabido deshacerse de ese concepto de “machismo” tan arraigado desde tiempos pasados, que choca frontalmente con las nuevas formas de vida, sin llegar a reconocer esa indiscutible libertad que la mujer ha sabido ganar a pulso.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que hoy, tanto el concepto de familia como el respeto mutuo, se encuentran muy degradado. Las nuevas generaciones no valoran en absoluto lo que es el matrimonio o pareja estable. Ninguna de las partes asume las obligaciones que genera la convivencia diaria. No se perdona ni se transige y nos aguantamos muy poco uno al otro, lo que motiva que al menor roce se rompa ese compromiso de unión y sacrificio tan considerado y tenido en cuenta antes.
Puede también influir que la mujer, en bastantes casos trabaja, lo que conlleva su dependencia económica. Pasa muchas horas fuera de su domicilio. Conoce gente con la que comparte su estado afectivo y emocional. Se siente  liberada de las tensiones de su relación de pareja; actitud que no encaja ni comparte su compañero que, poco a poco, va perdiendo el control de la situación. Se va creando un estado de discordia y frustración dentro del domicilio que pone en serio peligro la convivencia. Al mismo tiempo desaparece la atracción mutua y el amor --si alguna vez lo hubo--; hueco que ocupa esa mezcla de reproche continuado, despecho y odio que aumenta cuando la fémina reivindica, una y otra vez, su nuevo estado de independencia.
Sin duda y por ambas partes, los celos y otras bajas pasiones pudieran haber jugado su papel, sin que nos olvidemos del consumo de drogas o alcohol y su influencia sobre la degeneración humana. Tampoco es descartable como causa que, en ocasiones, la mujer haya podido sobrepasar en exceso los límites de esa libertad de la que antes hemos hablado, provocando con su actitud situaciones comprometidas. Sí es seguro, que en cada caso habrá existido una motivación diferente con arreglo a las circunstancias particulares e intimas de cada pareja, no siendo por tanto aplicable a la hora de juzgar, la misma vara de medir. Lo peor es, que la tragedia va tomando cuerpo casi siempre de puertas adentro. Cuando se tiene conocimiento por parte de los organismos responsables, es ya demasiado tarde.
No son pocos los que piensan que el origen de algunos de estos problemas pudiera estar en el excesivo proteccionismo de las leyes actuales en favor de la mujer. Es evidente que, llegado el conflicto, el hombre se siente legalmente discriminado. No se considera en absoluto que no todos sean maltratadores y que también tengan sus derechos como persona. Sirva de ejemplo lo que sigue:
Existe un enfrentamiento más o menos serio entre la pareja. Puede incluso que no haya habido denuncias anteriores, pero es frecuente que el problema empieza a dar la cara cuando rebasa la puerta del domicilio conyugal y motiva que intervenga la Policía. En estos casos acude al lugar una dotación requerida por alguna de las partes; o por los vecinos a veces. La mujer, bien por desamor, ambición, odio, temor o cualquier otra causa, lo que más le interesa en esos momentos es deshacerse de su pareja. Las cosas están de tal forma que sólo con decir que ha sido agredida o amenazada de muerte, el hombre es detenido de inmediato y trasladado a la comisaría. Tras la instrucción del atestado, es puesto a disposición de la autoridad judicial correspondiente. El resultado más probable es que el juez lo envíe a prisión como preso preventivo. Luego se ha comprobado en más de una ocasión que, aunque puede haber habido un altercado serio entre la pareja, nunca han existido tales amenazas ni agresiones. En estos casos, tanto la policía como el juzgado, teniendo muy en cuanta la alarma generalizada que se ha creado en la Sociedad, la primera medida adoptada es apartar al hombre como prevención de lo que pudiese suceder. Ya podemos imaginar la repercusión mediática que se produciría si el individuo es puesto en libertad y al volver a su casa apuñala o mata a su mujer, supuesto que dicho sea de paso, también ha ocurrido en alguna ocasión.
Volviendo de nuevo a la cuestión legal hay que decir, que durante la tramitación de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre sobre las medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, uno de los puntos que generó más polémica durante su trámite, fue la reforma de los artículos 153 y 171 del Código Penal. Bastantes jueces consideraron discriminatorio que a los hombres se les castigue con una pena superior que a las mujeres por el mismo delito. Por tal motivo, desde su aprobación fueron presentadas por distintos juzgados numerosas cuestiones alegando inconstitucionalidad -–casi 200--, ante la presunta vulneración del derecho al principio de igualdad ante la ley de todos los españoles, de las que el Tribunal Constitucional admitió a trámite 127. El mismo Tribunal zanjó la cuestión determinando por 7 votos a favor y 5 en contra, la constitucionalidad de los referidos Artículos, en el sentido de que “los hombres tendrán penas más duras por maltrato que las mujeres”. Como se puede ver, no hubo acuerdo unánime a la hora de votar y, aunque respetable sin duda la resolución de los jueces, soy uno más de los que discrepa sobre aquello del “principio de igualdad”. O sea, que la Ley no ampara de la misma forma a todas las personas, contradiciéndose por tanto el Artículo 14 de nuestra Constitución, que dice:

“Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”

Después de repasar lo legislado sobre el tema, de nuevo surge la misma pregunta que cuestiona la efectividad de la referida Ley de Protección Integral: ¿cómo es posible que después de quince años de  vigencia, cada vez son más numerosas las agresiones y muertes?
En algunos casos, otro de los problemas que sufre la mujer tras su separación es la de tener que soportar el acoso continuado por parte de quien fue su compañero. De éste se podría decir aquello de “ni vive ni deja vivir”, tratando de hacerle la vida imposible de mil formas a su ex.
 Pero no siempre es el hombre quien intenta hacer la “puñeta”. En ocasiones también son ellas las protagonistas, pudiéndose relatar bastantes hechos concretos. Como ejemplo tenemos el caso conocido de una vecina del barrio sevillano de Alcosa. Esta mujer, usando todas las sucias artimañas habidas, consiguió meter en prisión durante todo un año al que había sido su marido. Ya en libertad tras cumplir su condena, aunque el hombre trataba de apartarla de su vida, era ella quien le buscaba las vueltas una y otra vez sin dejarlo vivir en paz. Llegó un día que incluso se autolesionó seriamente con un cutter en distintas partes de su cuerpo, acusando de la autoria de tales heridas al que había sido su marido. En este caso concreto, gracias a la dedicación profesional y concepto de justicia del grupo policial interviniente, quedó demostrado que todo lo denunciado era falso, pudiéndose conocer, según versión documental de varios testigos, que el “presunto”, en el momento de los hechos se encontraba fuera de la Ciudad. Este hombre estuvo a un paso de volver de nuevo a la cárcel; suceso que en su día no pasó desapercibido para los medios de comunicación.
Sin duda, cualquier hombre que haya vivido la situación antes referida, pudiera quedar afectado hasta el punto de sentir rechazo generalizado contra todo lo legalmente establecido. Sentimiento, que con el paso del tiempo pudiera ser el origen de un comportamiento enrarecido de consecuencias imprevisibles. Y al hablar sobre esta cuestión no podemos dejar de decir, que también existen hombres maltratados, habiendo perdido más de uno la vida por parte de su pareja.
No quisiera terminar sin relatar un hecho del que conozco algunos detalles. Es una más de las tantas historias trágicas que desgraciadamente han visto la luz. Sus protagonistas, por llamarles de alguna forma, los nombraré como se dice a continuación.
Pedro se había criado en un ambiente rural sano, al amparo de una familia humilde y honrada. Trabajó desde pequeño en las faenas del campo hasta que la corriente migratoria de los 60 --como a tantos otros--, le llevó a la ciudad, donde encontró faena sin dificultad. Primero en la construcción como peón y más tarde en una fábrica. Siempre estuvo considerado por sus compañeros como buen “currante“ y excelente persona. Con mucho sacrificio hizo lo que casi todos los jóvenes emigrantes de aquellos años, trabajar con ahínco hasta que ahorró el dinero suficiente para la entrada de un modesto piso.
Jacinta había nacido en un pueblo cercano al de Pedro y criada en un entorno familiar parecido. Se conocieron y dio comienzo una relación que terminaría pocos años después en boda. Instalados en su flamante vivienda, no tardó en llegar el primer hijo; después vendría el segundo y por último, la ilusión de todo padre, una niña.
Por motivos que se haría interminable mencionar, al mismo tiempo que los niños, también llegaron frecuentes discusiones y desavenencias que, aunque en principio menos grave, fueron creciendo a la vez que aparecía el egoísmo y la desconfianza entre ellos. El ambiente se enrarecía a cada momento hasta que llegó a ser insoportable y sin perspectiva de mejorar, sino todo lo contrario. Sólo ellos podrán saber con detalle lo que llegaría a ocurrir tras las paredes de aquella vivienda… Lejos quedaban las promesas y recuerdos de aquella buena armonía familiar en el que ambos dieron sus primeros pasos.
 Así las cosas, acordaron separarse. Pedro, por orden judicial y como viene siendo normal, tuvo que abandonar su casa para malvivir en una pensión casi rozando la miseria. Su escaso sueldo no le cubría los gastos necesarios, más la cantidad asignada judicialmente que debía enviar cada mes a Jacinta. Aunque lo que más le afectaba era no poder ver a sus hijos, pues el régimen de visitas dispuesto por el juzgado, no se cumplía tal como había sido señalado. Su vida se convirtió en sufrimiento continuado, agobiado por una situación que nunca pudo imaginar. No quedaba ni la sombra de aquel joven ilusionado que un día ya lejano salió de su pueblo.
Por ignorancia y desconocimiento, nunca tuvo claro lo que es o no legal dentro de las resoluciones judiciales, sin llegar a comprender que un simple papel (Orden de Alejamiento) le prohibiera acercarse a determinada distancia del que había sido su domicilio.
 Por fin llegó el día fatal. Dejándose llevar por la desesperación, o tal vez por el cariño que sentía hacia sus hijos, principalmente a su pequeña a la que adoraba, decidió visitarles en su domicilio, del que todavía y por motivos que desconozco, conservaba una llave. Acercándose a la vivienda abrió su puerta, entrando en la misma. Por fortuna los niños no se encontraban, pero si Jacinta, acostada en la cama con un hombre.
Pedro aún repite una y otra vez que aquella era su cama… la que había comprado con tanto esfuerzo… Era su piso, por el había dejado trozos de piel haciendo hormigón en las obras hasta poder conseguir reunir la cantidad suficiente. A pesar del tiempo transcurrido, todavía se humedecen sus ojos al referir que en aquellos momentos, una mezcla de ira, rabia y dolor le nubló la vista. Su cabeza no pudo soportar tantos sentimientos encontrados a la vez. Enloquecido corrió hacia la cocina y cogiendo el primer cuchillo que encontró, volvió al encuentro de su exmujer asestándole dos puñaladas.  Llevó a cabo lo que nunca debió hacer. Jacinta puede que no perdiera la vida gracias a la intervención rápida de sus vecinos. Pedro, con su mirada ausente, esperó sentado en la escalera la llegada de la Policía.
De este hombre --que ya se encuentra en libertad--, sigo diciendo que es buena persona y no tiene madera de asesino. Alejado de la ciudad de los hechos y avergonzado, vive cada día su tragedia sin ilusión ni horizonte. Desde lo más oculto de su intimidad solo él sabrá si también siente arrepentimiento.
Es ésta una desgraciada historia más de las que ocurren cada día, contada de forma imparcial y sin tratar de señalar culpables. Cada cual saque sus propias conclusiones. Digo también, que estaría en un error si alguien pudiera pensar que con este relato se trata de tomar partido o cuestionar las normas establecidas. Solo es la opinión particular de un hombre de a pie que tiene muy presente que ningún motivo justifica agresiones de este tipo; mucho menos la muerte violenta de ninguna mujer. Si ocurre y el causante no se quita la vida como viene siendo normal, debe ser castigado con todo el rigor de la Ley.
Sí quisiera volver a decir que cada caso es distinto. Todo hombre que pase por un trance semejante en el que sus sentimientos juegan un papel importante, antes de que se le juzgue a la ligera, debería ser escuchado. Es posible que también tuviese algo que contar.                                                                                        

                                                                                                     J.M.Santos









5 comentarios:

  1. "Mas sabe esto, que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, dificiles de manejar, porque los hombres serán amadores del dinero, presumidos, altivos, feroces, sin autodominio, sin amor del bien, no dispuestos a ningún acuerdo, desobedidentes a los padres, SIN CARIÑO NATURAL, hinchados de orgullo, teniendo una forma de devoción piadosa pero resultando falsos a su poder."
    Palabras del Apostol Pablo
    1ª Timoteo 1- 1:5.
    (creo que es la respuesta)

    Me ha gustado tu relato.
    Un beso.

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  2. Estoy de acuerdo con todo lo que dices de la violencia de genero,pues hay casos en los que deberian investigar con mas profundidad,como bien dices algunas mujeres se aprovechan, saben que tienen las de ganar, y
    recurren a cualquier estrategia.
    Estos casos por desgracia se dan cada dia mas.
    sigue con tus relatos son fantasticos saludos

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  3. Gran articulo paisano, sabes manejar la pluma.Haber si escribes mas sobre temas de los años 50, cuando nos criamos en Encinasola. Me encantan tus escritos.Saludos

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  4. Bueno José María, como siempre, es un buen artículo. En algunas cosas discrepo contigo. Hay de todo en la Viña del Señor. Pero mas nos valdría a los hombres no tener ese sentido de propiedad tan arraigado y no considerar como nuestro aquéllo que no nos pertenece. El matrimonio o la pareja es solo una unión, no una esclavitud, no algo mío. Deberíamos en inculcar a nuestros hijos otros valores. Quizá te haya faltado decir que no nos hemos adaptado y como tú bien dices, las mujeres han alcanzado su independencia ¡Ole por ellas! Nosotros debemos asumirlo. Darles su sitio es nuestra obligación y considerar que la relación de pareja no ha de ser asimétrica, sino por igual en todo lo que la natureleza permita. MAJS

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