Cada mañana, siguiendo vieja costumbre, durante los minutos de aseo personal,
escucho el boletín informativo de una emisora de radio. Se habla del presidente de Los Estados Unidos, de la
crisis, los palestinos, la bolsa, etc. De pronto, como ya es habitual, salta
esa noticia a la que tan acostumbrados estamos: “Ha muerto otra mujer apuñalada por su pareja”. Impresionado, no
dejo de cavilar tratando de encontrar --sin conseguirlo--, una explicación razonable
a las preguntas que se me agolpan sobre las circunstancias que motivan este
fenómeno.
Ojeando la legislación queda uno
más que sorprendido cuando conoce que están
en vigor varias leyes y protocolos de actuación dirigidos a Fiscales y Fuerzas de
la Seguridad
del Estado. Han sido creadas unidades policiales especiales, UPAP (Unidad de
Prevención, Asistencia y Protección), perteneciente al Cuerpo Nacional de
Policía y EMUME (Especialistas Mujer- Menor) de la Guardia Civil. La misión de estas unidades es
llevar a cabo seguimientos de protección a favor de las mujeres maltratadas. Existen
además numerosas asociaciones que, aunque con distintas siglas, todas tienen cometidos
similares de apoyo a la mujer. Es también la sociedad en general quien, tomando
conciencia de la gravedad del problema, rechaza de lleno este tipo de
violencia.
A pesar de todo, llega el momento que uno se pregunta: ¿si toda esta legislación
redactada de forma clara y precisa ha sido creada y dirigida expresamente para
luchar contra la llamada “Violencia de Género”, cómo es posible que cada día
aumenten los casos de agresiones a mujeres? Me gustaría conocer opiniones
solventes que pudieran dar respuesta convincente a esta pregunta; porque las consecuencias
sí están bien definidas, pero no las causas.
Como no alcanzo a comprender, pienso que algo no encaja, o no funciona
como debería.
Por otro lado, convencido de que no todos los que matan tienen
mentalidad asesina, ante el confusionismo de ideas que genera el problema, equivocadas
o no, uno saca sus propias conclusiones. Se observa que este tipo de violencia se
viene dando en personas de cualquier cultura o raza, sin que predomine una edad
determinada, incidiendo bastante entre parejas de inmigrantes. En estos casos pudieran
influir costumbres distintas, o formas de pensar diferentes que no se acoplan al
ambiente que encuentran al llegar a nuestro país; principalmente los hombres.
Pero no sólo ocurre entre parejas de extranjeros. Llama extraordinariamente
la atención los repetidos hechos protagonizados por matrimonios españoles de apariencia
estable y situados socialmente. La causa principal pudiera estar en que la mentalidad
de algunos hombres se ha quedado estancada. Mentalidad que no ha querido, o no
ha sabido deshacerse de ese concepto de “machismo” tan arraigado desde tiempos
pasados, que choca frontalmente con las nuevas formas de vida, sin llegar a
reconocer esa indiscutible libertad que la mujer ha sabido ganar a pulso.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que hoy, tanto el concepto de
familia como el respeto mutuo, se encuentran muy degradado. Las nuevas
generaciones no valoran en absoluto lo que es el matrimonio o pareja estable. Ninguna
de las partes asume las obligaciones que genera la convivencia diaria. No se
perdona ni se transige y nos aguantamos muy poco uno al otro, lo que motiva que
al menor roce se rompa ese compromiso de unión y sacrificio tan considerado y
tenido en cuenta antes.
Puede también influir que la mujer, en bastantes casos trabaja, lo que
conlleva su dependencia económica. Pasa muchas horas fuera de su domicilio. Conoce
gente con la que comparte su estado afectivo y emocional. Se siente liberada de las tensiones de su relación de
pareja; actitud que no encaja ni comparte su compañero que, poco a poco, va
perdiendo el control de la situación. Se va creando un estado de discordia y frustración
dentro del domicilio que pone en serio peligro la convivencia. Al mismo tiempo
desaparece la atracción mutua y el amor --si alguna vez lo hubo--; hueco que
ocupa esa mezcla de reproche continuado, despecho y odio que aumenta cuando la
fémina reivindica, una y otra vez, su nuevo estado de independencia.
Sin duda y por ambas partes, los celos y otras bajas pasiones pudieran
haber jugado su papel, sin que nos olvidemos del consumo de drogas o alcohol y
su influencia sobre la degeneración humana. Tampoco es descartable como causa que,
en ocasiones, la mujer haya podido sobrepasar en exceso los límites de esa
libertad de la que antes hemos hablado, provocando con su actitud situaciones comprometidas.
Sí es seguro, que en cada caso habrá existido una motivación diferente con
arreglo a las circunstancias particulares e intimas de cada pareja, no siendo por
tanto aplicable a la hora de juzgar, la misma vara de medir. Lo peor es, que la
tragedia va tomando cuerpo casi siempre de puertas adentro. Cuando se tiene
conocimiento por parte de los organismos responsables, es ya demasiado tarde.
No son pocos los que piensan que el origen de algunos de estos problemas
pudiera estar en el excesivo proteccionismo de las leyes actuales en favor de
la mujer. Es evidente que, llegado el conflicto, el hombre se siente legalmente
discriminado. No se considera en absoluto que no todos sean maltratadores y que
también tengan sus derechos como persona. Sirva de ejemplo lo que sigue:
Existe un enfrentamiento más o menos serio entre la pareja. Puede incluso
que no haya habido denuncias anteriores, pero es frecuente que el problema empieza
a dar la cara cuando rebasa la puerta del domicilio conyugal y motiva que intervenga
la Policía. En estos casos acude al lugar una dotación requerida por alguna de las
partes; o por los vecinos a veces. La mujer, bien por desamor, ambición, odio,
temor o cualquier otra causa, lo que más le interesa en esos momentos es deshacerse
de su pareja. Las cosas están de tal forma que sólo con decir que ha sido agredida
o amenazada de muerte, el hombre es detenido de inmediato y trasladado a la comisaría.
Tras la instrucción del atestado, es puesto a disposición de la autoridad
judicial correspondiente. El resultado más probable es que el juez lo envíe a
prisión como preso preventivo. Luego se ha comprobado en más de una ocasión
que, aunque puede haber habido un altercado serio entre la pareja, nunca han
existido tales amenazas ni agresiones. En estos casos, tanto la policía como el
juzgado, teniendo muy en cuanta la alarma generalizada que se ha creado en la Sociedad,
la primera medida adoptada es apartar al hombre como prevención de lo que
pudiese suceder. Ya podemos imaginar la repercusión mediática que se produciría
si el individuo es puesto en libertad y al volver a su casa apuñala o mata a su
mujer, supuesto que dicho sea de paso, también ha ocurrido en alguna ocasión.
Volviendo de nuevo a la cuestión legal hay que decir, que durante la
tramitación de la Ley
Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre sobre las
medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, uno de los puntos que generó
más polémica durante su trámite, fue la reforma de los artículos 153 y 171 del
Código Penal. Bastantes jueces consideraron discriminatorio que a los hombres se les
castigue con una pena superior que a
las mujeres por el mismo delito. Por tal motivo, desde su aprobación
fueron presentadas por distintos juzgados numerosas cuestiones alegando inconstitucionalidad
-–casi 200--, ante la presunta vulneración
del derecho al principio de igualdad ante la ley de todos los españoles, de
las que el Tribunal Constitucional admitió a trámite 127. El mismo Tribunal zanjó
la cuestión determinando por 7 votos a favor y 5 en contra, la constitucionalidad
de los referidos Artículos, en el sentido de que “los hombres tendrán penas más duras por maltrato que las mujeres”. Como
se puede ver, no hubo acuerdo unánime a la hora de votar y, aunque respetable
sin duda la resolución de los jueces, soy uno más de los que discrepa
sobre aquello del “principio de igualdad”.
O sea, que la Ley no ampara de la misma forma a todas las personas, contradiciéndose
por tanto el Artículo 14 de nuestra Constitución, que dice:
“Los
españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna
por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra
condición o circunstancia personal o social”
Después de repasar lo legislado sobre el tema, de nuevo surge la misma
pregunta que cuestiona la efectividad de la referida Ley de Protección
Integral: ¿cómo es posible que después de quince años de vigencia, cada vez son más numerosas las
agresiones y muertes?
En algunos casos, otro de los problemas que sufre la mujer tras su
separación es la de tener que soportar el acoso continuado por parte de quien
fue su compañero. De éste se podría decir aquello de “ni vive ni deja vivir”, tratando
de hacerle la vida imposible de mil formas a su ex.
Pero no siempre es el
hombre quien intenta hacer la “puñeta”. En ocasiones también son ellas las protagonistas,
pudiéndose relatar bastantes hechos concretos. Como ejemplo tenemos el caso
conocido de una vecina del barrio sevillano de Alcosa. Esta mujer, usando todas
las sucias artimañas habidas, consiguió meter en prisión durante todo un año al
que había sido su marido. Ya en libertad tras cumplir su condena, aunque el
hombre trataba de apartarla de su vida, era ella quien le buscaba las vueltas
una y otra vez sin dejarlo vivir en paz. Llegó un día que incluso se
autolesionó seriamente con un cutter en distintas partes de su cuerpo, acusando
de la autoria de tales heridas al que había sido su marido. En este caso
concreto, gracias a la dedicación profesional y concepto de justicia del grupo
policial interviniente, quedó demostrado que todo lo denunciado era falso,
pudiéndose conocer, según versión documental de varios testigos, que el
“presunto”, en el momento de los hechos se encontraba fuera de la Ciudad. Este
hombre estuvo a un paso de volver de nuevo a la cárcel; suceso que en su día no
pasó desapercibido para los medios de comunicación.
Sin duda, cualquier hombre que haya vivido la situación antes referida, pudiera
quedar afectado hasta el punto de sentir rechazo generalizado contra todo lo
legalmente establecido. Sentimiento, que con el paso del tiempo pudiera ser el origen
de un comportamiento enrarecido de consecuencias imprevisibles. Y al hablar
sobre esta cuestión no podemos dejar de decir, que también existen hombres
maltratados, habiendo perdido más de uno la vida por parte de su pareja.
No quisiera terminar sin relatar un hecho del que conozco algunos
detalles. Es una más de las tantas historias trágicas que desgraciadamente han
visto la luz. Sus protagonistas, por llamarles de alguna forma, los nombraré
como se dice a continuación.
Pedro se había criado en un ambiente rural sano, al amparo de una
familia humilde y honrada. Trabajó desde pequeño en las faenas del campo hasta
que la corriente migratoria de los 60 --como a tantos otros--, le llevó a la
ciudad, donde encontró faena sin dificultad. Primero en la construcción como peón
y más tarde en una fábrica. Siempre estuvo considerado por sus compañeros como
buen “currante“ y excelente persona. Con mucho sacrificio hizo lo que casi
todos los jóvenes emigrantes de aquellos años, trabajar con ahínco hasta que
ahorró el dinero suficiente para la entrada de un modesto piso.
Jacinta había nacido en un pueblo cercano al de Pedro y criada en un entorno
familiar parecido. Se conocieron y dio comienzo una relación que terminaría
pocos años después en boda. Instalados en su flamante vivienda, no tardó en
llegar el primer hijo; después vendría el segundo y por último, la ilusión de
todo padre, una niña.
Por motivos que se haría interminable mencionar, al mismo tiempo que los
niños, también llegaron frecuentes discusiones y desavenencias que, aunque en principio
menos grave, fueron creciendo a la vez que aparecía el egoísmo y la
desconfianza entre ellos. El ambiente se enrarecía a cada momento hasta que
llegó a ser insoportable y sin perspectiva de mejorar, sino todo lo contrario. Sólo
ellos podrán saber con detalle lo que llegaría a ocurrir tras las paredes de
aquella vivienda… Lejos quedaban las promesas y recuerdos de aquella buena
armonía familiar en el que ambos dieron sus primeros pasos.
Así las cosas, acordaron
separarse. Pedro, por orden judicial y como viene siendo normal, tuvo que
abandonar su casa para malvivir en una pensión casi rozando la miseria. Su
escaso sueldo no le cubría los gastos necesarios, más la cantidad asignada
judicialmente que debía enviar cada mes a Jacinta. Aunque lo que más le
afectaba era no poder ver a sus hijos, pues el régimen de visitas dispuesto por
el juzgado, no se cumplía tal como había sido señalado. Su vida se convirtió en
sufrimiento continuado, agobiado por una situación que nunca pudo imaginar. No
quedaba ni la sombra de aquel joven ilusionado que un día ya lejano salió de su
pueblo.
Por ignorancia y desconocimiento, nunca tuvo claro lo que es o no legal
dentro de las resoluciones judiciales, sin llegar a comprender que un simple
papel (Orden de Alejamiento) le prohibiera acercarse a determinada distancia
del que había sido su domicilio.
Por fin llegó el día fatal. Dejándose
llevar por la desesperación, o tal vez por el cariño que sentía hacia sus hijos,
principalmente a su pequeña a la que adoraba, decidió visitarles en su
domicilio, del que todavía y por motivos que desconozco, conservaba una llave.
Acercándose a la vivienda abrió su puerta, entrando en la misma. Por fortuna los
niños no se encontraban, pero si Jacinta, acostada en la cama con un hombre.
Pedro aún repite una y otra vez que aquella era su cama… la que había
comprado con tanto esfuerzo… Era su piso, por el había dejado trozos de piel
haciendo hormigón en las obras hasta poder conseguir reunir la cantidad
suficiente. A pesar del tiempo transcurrido, todavía se humedecen sus ojos al
referir que en aquellos momentos, una mezcla de ira, rabia y dolor le nubló la
vista. Su cabeza no pudo soportar tantos sentimientos encontrados a la vez. Enloquecido
corrió hacia la cocina y cogiendo el primer cuchillo que encontró, volvió al
encuentro de su exmujer asestándole dos puñaladas. Llevó a cabo lo que nunca debió hacer. Jacinta
puede que no perdiera la vida gracias a la intervención rápida de sus vecinos. Pedro,
con su mirada ausente, esperó sentado en la escalera la llegada de la Policía.
De este hombre --que ya se encuentra en libertad--, sigo diciendo que es
buena persona y no tiene madera de asesino. Alejado de la ciudad de los hechos
y avergonzado, vive cada día su tragedia sin ilusión ni horizonte. Desde lo más
oculto de su intimidad solo él sabrá si también siente arrepentimiento.
Es ésta una desgraciada historia más de las que ocurren cada día, contada
de forma imparcial y sin tratar de señalar culpables. Cada cual saque sus
propias conclusiones. Digo también, que estaría en un error si alguien pudiera pensar
que con este relato se trata de tomar partido o cuestionar las normas
establecidas. Solo es la opinión particular de un hombre de a pie que tiene muy
presente que ningún motivo justifica agresiones de este tipo; mucho menos la
muerte violenta de ninguna mujer. Si ocurre y el causante no se quita la vida
como viene siendo normal, debe ser castigado con todo el rigor de la Ley.
Sí quisiera volver a decir que cada caso es distinto. Todo hombre que
pase por un trance semejante en el que sus sentimientos juegan un papel
importante, antes de que se le juzgue a la ligera, debería ser escuchado. Es
posible que también tuviese algo que contar.
J.M.Santos
"Mas sabe esto, que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, dificiles de manejar, porque los hombres serán amadores del dinero, presumidos, altivos, feroces, sin autodominio, sin amor del bien, no dispuestos a ningún acuerdo, desobedidentes a los padres, SIN CARIÑO NATURAL, hinchados de orgullo, teniendo una forma de devoción piadosa pero resultando falsos a su poder."
ResponderEliminarPalabras del Apostol Pablo
1ª Timoteo 1- 1:5.
(creo que es la respuesta)
Me ha gustado tu relato.
Un beso.
Estoy de acuerdo con todo lo que dices de la violencia de genero,pues hay casos en los que deberian investigar con mas profundidad,como bien dices algunas mujeres se aprovechan, saben que tienen las de ganar, y
ResponderEliminarrecurren a cualquier estrategia.
Estos casos por desgracia se dan cada dia mas.
sigue con tus relatos son fantasticos saludos
Gran articulo paisano, sabes manejar la pluma.Haber si escribes mas sobre temas de los años 50, cuando nos criamos en Encinasola. Me encantan tus escritos.Saludos
ResponderEliminarBueno José María, como siempre, es un buen artículo. En algunas cosas discrepo contigo. Hay de todo en la Viña del Señor. Pero mas nos valdría a los hombres no tener ese sentido de propiedad tan arraigado y no considerar como nuestro aquéllo que no nos pertenece. El matrimonio o la pareja es solo una unión, no una esclavitud, no algo mío. Deberíamos en inculcar a nuestros hijos otros valores. Quizá te haya faltado decir que no nos hemos adaptado y como tú bien dices, las mujeres han alcanzado su independencia ¡Ole por ellas! Nosotros debemos asumirlo. Darles su sitio es nuestra obligación y considerar que la relación de pareja no ha de ser asimétrica, sino por igual en todo lo que la natureleza permita. MAJS
ResponderEliminarEstupendo comentario el de MAJS.
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