Alguien dijo: “El
pueblo que oculta su Historia está condenado a vivirla dos veces”.
Mi intención al
contar este relato es, que no quede en el olvido uno de los tantos y desgraciados hechos que
ocurrieron en Encinasola al comenzar nuestra Guerra Civil. No busco responsables.
Tampoco censuro tendencias políticas ni juzgo comportamientos individuales.
Además de sus conciencias, es la Historia quien nunca les perdonará los
atropellos que cometieron. Ojalá que jamás, ninguna persona, ningún pueblo tenga que volver a pasar por tan duro
trance.
Había terminado
de prestar su servicio militar en el
Regimiento Cazadores de Caballería nº 2, en Alcalá de Henares, encontrándose viviendo
con su familia en la calle Eugenio Silvela nº 14, una vez licenciado. Fue alumno
del maestro Volán, al que pagaba diez céntimos por asistir a sus clases.
Aprendió también el oficio de herrero, Habiendo sido su maestro nuestro famoso
mecánico especializado Javier ”El Armero”, persona conocida más allá de
nuestras fronteras. Entre otras cosas, por la calidad y exactitud de sus
romanas.
Tratando de calar
un poco sobre el perfil de nuestro malogrado protagonista, he hablado con bastantes
personas que le conocieron. Como si se
tratara de una grabación que se repite, todas me han dicho que Eusebio era un
muchacho alegre y cargado de ilusiones propias de sus 22 años. Tenía buena
presencia, derrochaba simpatía y era buen comunicador; motivo por el que se hacía notar dentro de cualquier ambiente, ganándose el aprecio de cuantos le rodeaban. Cuentan,
que llegado los carnavales, no tenía par a lo hora de componer y cantar
“coplillas” cargadas de picaresca sobre cualquier acontecer significativo
dentro de la convivencia normal entre la
gente del pueblo. Quizá esa personalidad tan destacada fuese motivo de envidias
y otros sentimientos mezquinos de algún sector entre sus paisanos.
Pero llegó el
estallido de nuestra Guerra Civil y
empezaban a conocerse las atrocidades que se cometían cada día. Muchos jóvenes
de Encinasola, entre ellos “Lara”, movidos por la corriente izquierdista que se
vivía entre los obreros tras la victoria, años antes, del Frente Popular, se
desplazaron hasta la vecina localidad de Cumbres de San Bartolomé. Quizá con la
intención de incorporarse a la columna de mineros que organizaba el dirigente
local Pedro Melo Antón.
Con la inminente
llegada de las tropas del General Franco a dicho pueblo, cada individuo corrió
hacia donde pudo, ocultándose la mayoría en el campo. Eusebio decidió ir a la
finca Los Leales donde se encontraba su familia. Antes creyó oportuno visitar a su tío Juan
Carretero Álvarez, que vivía en Higuera
la Real. Éste le encargó, que de paso
hacia dicha finca, escondiera una escopeta de su propiedad entre las piedras de
la pared de un cercado determinado.
Poco después, las
autoridades que controlaban la situación en ese pueblo, requirieron a Juan , como a tantos otros, para que entregase el
arma, pues ésta --al parecer-- se encontraba documentada. De inmediato, como
Carretero Álvarez no conocía el punto exacto donde estaba la escopeta, localizó
a su sobrino. Ambos, tras recoger el arma del lugar donde se encontraba oculta,
se dirigieron al Cuartel para cumplimentar lo que se le había ordenado. Ahí
empezó su calvario, pues en ese momento fueron detenidos.
En esta dependencia
permaneció durante cuatro largos días con sus correspondientes noches hasta que
en la madrugada del 29 de Septiembre de 1936, junto con el también detenido Juan Manuel
Hermoso Ripoll “El Alpargatero”, de 33 años, fueron trasladados al Cementerio
Municipal donde serian fusilados. Ripoll falleció de inmediato, pero “Lara” quedó tumbado en el suelo
malherido.
Los hombres de campo que aquella temprana y
desgraciada mañana de verano pasaban por la carretera, escuchaban quejidos de
dolor pero, aterrorizados, nadie se atrevía a acercarse para prestarle ayuda. Fue
tío Luis “Chaqueta-negra” que con sus
bestias y acompañado de su hijo Celestino, tuvieron las agallas suficiente para acercarse
al lugar. Al llegar encontraron a Ripoll muerto. A su lado Eusebio que, aunque en muy mal
estado, aún conservaba su pleno conocimiento. De un cántaro que facilitó el asustado
sepulturero, de nombre Domingo, Luis, ayudado por su hijo, levantando su cabeza
le dio agua tratando de animarle. No pudieron hacer otra cosa por él. (Así me lo
contó Celestino).
También fueron
testigos tía Ana “La Sillera” y su hija María. He tenido ocasión de hablar
recientemente, vía teléfono, con ésta. Me contaba que ese día, en hora cercana
a las 06.00 de la mañana, se dirigían con su burra cargada de trabajos
confeccionados en el telar casero de su madre, a la vecina localidad de Higuera
la Real, con el fin de entregarlos para su venta. Mientras subían la cuesta
oyeron disparos que procedían del Cementerio. Al pasar vieron, que se
encontraban en el lugar hombres uniformados; posiblemente se acababa de
producir el fusilamiento.
Aterrorizadas, continuaron su camino. A sus 85
años, con una claridad alucinante, de forma detallada, relata aquellos momentos
vividos. No parece oportuno reproducir algunos de sus comentarios... Actualmente
se encuentra junto a sus hijos Esteban y Ana María en la localidad de Bunyola
(Mallorca). María, que Dios te conserve por muchos años tu salud y vitalidad
mental.
Otro de los que acudió tan pronto supo la
noticia fue el carpintero José Domínguez Mora, amigo íntimo de “Lara”. Mora, que en tantas ocasiones a lo largo
de su vida demostró sobrada integridad como hombre, me contaba siendo yo
todavía un niño, que cuando se encontraba abrazado al cuerpo de su amigo
escuchó el ruido rengueante de un coche que subía la cuesta.. Cuando se percató de que aquel vehículo pertenecía a los que
“daban las órdenes” en Encinasola en aquellos momentos, siendo consciente de
que podía jugarse la vida si era sorprendido, sólo le quedó el tiempo
suficiente para correr hacia el interior del Cementerio y ocultarse en un nicho
vacío. Desde su escondrijo no podía
ver nada, pero si escuchó dos detonaciones.
Cuando en hora avanzada de la tarde le pareció oportuno salir, encontró
a su amigo sin vida.
Cuentan
que fue visitado también por un médico que ejercía en el pueblo conocido como
Don Miguel. En aquellos momentos alguien escuchó que cuando Eusebio le vio
llegar, todavía le quedaron fuerzas para decir: ¿Viene vd. a curarme D. Miguel
?... Nadie en el pueblo cree que fuese esa la intención del facultativo. Su
cuerpo, sin ataúd, fue enterrado en la parte izquierda del Cementerio. La tumba
sobre el suelo que se localiza nada mas entrar, destacando de las demás por estar
pintada de blanco. Se alza sobre ella una pequeña lápida de mármol en la que se
lee: EUSEBIO VÁZQUEZ LÓPEZ, 1914-1936.Tu madre y hermanas no te olvidan.
Conocía desde muy temprana edad
este trágico suceso. Cuantas veces he visitado el cementerio, nunca he
podido evitar un sentimiento amargo al recordar aquella muerte inútil de un
muchacho cuando empezaba a vivir. Muerte sellada por el odio y la venganza.
Nota del autor:
Los datos que
aparecen en este relato han sido facilitados por Gabriela Vázquez López,
hermana de Eusebio, anciana hoy con muchos años. Esta señora tuvo la amable
atención de recibirme en su domicilio de la calle Patrás en horas tempranas de
la mañana del día 26-05-07. Al ser preguntada dijo no tener ningún
inconveniente para que este escrito sea
publicado.
Hizo saber además,
que los restos de su hermano yacen en la primera fosa junto a las de los demás
fusilados. Cree que le seria fácil reconocerlos, pues fue sepultado con unas
alpargatas. Al menos sus suelas de goma podrían conservarse todavía sin demasiado
deterioro; calzado que precisamente le había proporcionado su novia María “La
Macaca”, durante los pocos días que duró su cautiverio. Llevaba igualmente
enlazadas a su cinturón de cuero, un rosario de las antiguas monedas de real (aquellas del agujero).
Dice también, que antes de que su vida se agote
desearía ver cumplida su gran ilusión. No es otra, que por quien corresponda,
se le autorice sacar los restos de la tierra para trasladarlos a un nicho que
desde hace mucho tiempo tiene preparado. La positiva que aparece fue tomada
cuando tallaron su quinta. El “día de los quintos” como se decía.
Gabriela... Desde
esta página te vuelvo a dar las gracias. Te pido al mismo tiempo disculpas por
los momentos desagradables que te hice pasar al hacer revivir en tus
sentimientos aquellos recuerdos tan tristes. Quiero que se cumplan tus deseos y
que puedas seguir cuidando por muchos años las preciosas macetas de tu patio.
J. M. Santos
Exraordinario articulo, que me hacer revivir mi infancia, cuando con tanto misterio contemplabamos la tumba,una pregunta ¿ que posibilidades hay de que esta mujer muera tranquila, consiguiendo enterrar los restos de su hermano en el nicho que siempre tubo preparado?.Ya Es hora de que se haga justcia y se enmiende los errores cometidos, Felicidades por lo de su articulo en cuadernos para el dialogo.
ResponderEliminarComunicante anónimo:
ResponderEliminarEn primer lugar decirte que te agradezco que hayas leido el artículo.
Como se cuenta, yo conocía la historia desde pequeño, aunque con menos detalles y te puede decir que siempre me impresionó cuantas veces visité el Cementerio.
Creo que si se podría hacer algo para que se cumpliera el deseo de su hermana Gabriela. Al menos lo intentaremos.
En cuanto a lo del artículo de CUADERNOS PARA EL DIALOGO, pues siento alegría, principalmente por que en él aparecen varias fotografias relacionadas con nuestro pueblo.
Un saludo
Muy buen artículo.
ResponderEliminarTienen que ser muchas las cosas, historias crudas, que desconocemos.
Nuestros padres, al menos los mios, nunca permitieron hablar de la guerra en casa. Sentían pavor.
No sé nade de esos temas y desde luego que lo siento. Siempre encontré las "puertas" cerradas ante ello.
Enhorabuena y gracias por tus esfuerzos, no por escribir, sino por otras cosas.
ASI ES J. M.;
ResponderEliminarESTA HISTORIA SIEMPRE LA HE OIDO EN CASA, MI MADRE TENIA 14 AÑOS,Y PASO CON MI ABUELA Y ESCUCHARON 2 DISPAROS.
POR DESGRACIA ESCUCHARON ALGUNOS MAS.............
DOMINGO EL SEPULTURO, SE VOLVIO LOCO, DE LAS COSAS QUE VIO,SEGUN ME CUENTA MI MADRE. UN ABRAZO.
ANA MARI.
No he podio evitar emocionarme al leer estas lineas, mas si cabe teniendo encuenta que Doña Gabriela Vazquez es mi abuela, y de la que tengo el orgullo y el placer de estar redactando sus memorias actualmente, y entre las cuales por desgracia no podia faltar tan lamentable episodio. Descanse en paz para siempre, tio Eusebio, y no queria dejar pasar esta ocasión sin antes saludarle, y de agradecerle energicamente cualquier ayuda que me pudiera brindar en la redacción de estas memorias, dado su profundo concoimento de las gentes de este, nuestro tan entrañable pueblo, Encianasola. Gracias de antemano
ResponderEliminarRAUL DIAZ
ResponderEliminarraudia@televes.com
Hola, me llamo Ángeles Domínguez, encontré tu página buscando una información para mi madre,nos ha gustado mucho y ya estamos enganchadas a ella.Me gustaría hacerte una pregunta algo relacionada con el tema, ¿ donde puedo encontrar información sobre Pedro Melo?. Enhorabuena por tu trabajo.
ResponderEliminarHola Ángeles:
ResponderEliminarCreo que no te conozco.Tapoco se si eres o no de Encinasola. De cualaquier forma agradezco tu comentario, estando encantado con que visites mi blog.
En cuanto a lo que me pides sobre Melo Antón te diré que si se algunas cosas. Creo que fue todo
un peronaje.
Observa que al entrar en el blog, si pinchas en Perfil, verás que hay una dirección de correo. De esa forma te puedes poner en contacto conmigo y por ese medio te mandaría los datos que conozco.
Cordial saludo.
J.M.Santos
Nuevamente he revivido atraves de vuestros enlances la tragedia de mitio Eusebio Vázquez López esta vés mi corazón se ha encogido mas que nunca por que ya no se la puedo leer a mi querida madre Q.E.P.D.Ella se ha llevado la pena y dolor de no ver cumplido sus deseos "El levantamiento de la tumba de su hermano"Ójala algún dia aúnque ella no esté presente se lleve acabo este deseo de mi madre...
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