lunes, 2 de abril de 2007

LA CULEBRA

         
Este relato que se cuenta tuvo lugar un día del mes de Enero de 1962.  Nos encontrábamos arrancando jaras en La Sierra, término de Encinasola, finca lindante con la frontera de Portugal. Nuestro patrón era Custodio, conocido también como  “El Marqués” y la cuadrilla estaba formada por nueve o diez muchachos, todos jóvenes: Manolo “falero”, Manolo “tulipán”, Vicente “jarero”,” Mermeja”, Manuel Márquez y el que suscribe -- en este momento no recuerdo el nombre o apodo de otros---. Como se puede observar, entre los reseñados se encontraban, dicho con simpatía y en terminología taurina, algunos de los mejores espadas de la travesura de aquellos tiempos. Nuestro manijero --persona de confianza de “El amo”--, era Teodoro Márquez, apodado “catalino”, hombre encantador ya fallecido con quien, a lo largo de los años, tuve el placer de charlar en numerosas ocasiones. Aún hoy le recuerdo con mucho afecto.
La lluvia no había cesado en toda la mañana, motivo por el que habíamos pillado una “carzoná” de las gordas. Cuando se acercaba la hora de la comida, al tirar de una frondosa mata de jara que tenía sus raíces entre las piedras de un “majano”, salió de su guarida una hermosa culebra. Recuerdo que era de color oscuro y algo más de un metro de longitud. Aunque con movimientos torpes debido a la baja temperatura ambiental, el ofidio trataba de poner tierra por medio hasta que alguien, de un certero golpe, acabó con ella de inmediato. A continuación fue colgada de una rama de la encina que nos servía de “rancho”.
Poco después, nuestro capataz dispuso hacer el alto acostumbrado para el almuerzo, no sin antes encender una gran hoguera para que, en lo posible, fueran secándose nuestras muy empapadas prendas. Cuando habíamos terminado de comer, uno de la cuadrilla dijo: Pues ahora, de postre, podíamos comernos la culebra. Se cuenta por ahí que a la brasa  está muy buena. La idea, de inmediato fue rechaza por casi todos, excepto dos, que insistían en su empeño de condimentara.
No lo pensaron dos veces.  Uno le quitó la piel dejando al descubierto una carne blanca parecida al pescado conocido como cazón. Otro, cruzando la frontera, se acercó hasta una casita muy próxima donde, una señora bastante mayor y vestida completamente de negro, le dio un poco de sal, regresando pasados algunos minutos.
Arreciaba las “palabrejas” subidas de tono. Dichos tales como locos, puercos y otras similares, se oyeron repetidas veces. Lo cierto fue que, ninguna de aquellas expresiones, consiguió cambiar la idea de los que habían tomado la iniciativa.
  ¡Dicho y hecho!... Al momento, dos trozos fueron cortados del cuerpo del reptil que, una vez rociados con sal, fueron puestos sobre las abundantes brasas. Mientras tanto, el resto de los presentes seguíamos con interés los acontecimientos.
 Poco después, en el ambiente empezó a percibirse un “tufillo” que despertaba los sentidos. Al mismo tiempo, las presas en el fuego iban tomando un suave color dorado que invitaba a detener la vista sobre ellas. No faltó quien dijo: ¡Coño! ... Por lo menos el olor es agradable.
Pero el momento más expectante fue cuando, sin ningún tipo de escrúpulo, empezaron a comerse la carne, diciendo al mismo tiempo: ¡Pues si que está buena!... Nosotros vamos a preparar otro pedazo... Esta vez no fueron dos los trozos, sino tres, ya que hubo un tercero que anunció su deseo de que también quería probarla.
¿Qué cómo terminó la historia?... Pues fácil de imaginar... Allí faltó culebra. Todos los presentes, sin excepción, comimos de ella.
La juventud de entonces también hacíamos nuestras locuras.


                                                                                                 J.M. Santos





                  
                                                                                                      

1 comentario:

  1. No muy lejos del lugar que cuentas, pocos años después, nos preparábamos para tapear un menú a base de carne de reptiles, batracios, mustálidos, etc.; más que nada por curiosidad pues éramos jóvenes y con ganas de vivir experiencias en aquella vida semisalvaje que nos tocó.
    No sé quién eres, tal vez si me orientan un poco llegaría a conocerte.He leido casi todos tus artículos y por lo general me ha gustado tu narrativa e imaginación; y sobre todo la temática de común interés para los que hemos vivido alguna de sus partes.Sigue escribiendo, creo que tienes dotes para regresarnos a aquellas vivencias de niñez y juventud.Saludos.Picorotero.

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