No fue un
personaje de leyenda, bulo o fantasía en la historia de Encinasola. A lo largo de los años, desde pequeños, siempre
escuchamos hablar una y otra vez del maestro Bolán. Pero… ¿quién era este hombre?
Nadie conocía su procedencia. Como el
viento, apareció en el pueblo un día cualquiera de la década de los años 20 del
pasado siglo. Su edad podría oscilar entre los 60-65 años. Cuentan los que le
conocieron, que era de estatura alta y complexión delgada. Su cabello, sucio y
desaliñado, hacia juego con las escasas prendas que vestía bastante gastadas
por el uso. A pesar de ello, tras su aspecto mísero y descuidado, se ocultaba
un porte de persona culta y modales refinados.
Se decía de él que era un hombre inteligente,
serio, poco hablador y algo desequilibrado. Fue maestro de escuela, desconociéndose
si titulado o no; ocupación a la que dedicó su estancia en nuestro pueblo. Impartía
clases particulares en su lugar de residencia. Concretamente en un cobertizo
para el ganado situado en el lugar que se conoce como Callejón del Ministro.
Cobraba a sus discípulos entre 5 y 10 céntimos
(perra chica o perra gorda de la época). Como persona honrada y orgullosa, a
pesar de su indigencia, no aceptaba ningún regalo de las madres de los muchachos;
excepto el importe por su trabajo.
Su plato fuerte
eran las matemáticas. Todos los niños las aprendían en mayor o menor medida. Sobre
todo, lo relativo a la reconversión de arrobas a libras y viceversa; materia
tan al uso en aquellos tiempos. Parece ser, que uno de sus alumnos aventajados fue
Toribio “lenito” hombre que, como es sabido, tendría un final trágico como
víctima de nuestra Guerra Civil.
A veces caminaba por la calle portando papeles, a los que prendía fuego
con una cerilla. Al mismo tiempo y de forma repentina gritaba: !Humo, humo, humera!...
Sus discípulos solían traerle agua de la Fuente del Rey en un cántaro de
barro. Parece ser, que el recipiente acumulaba tal cantidad de costra que, al
cogerlo, daba la impresión de que se pegaba la mano a su asidero.
Una mañana, cuando los muchachos acudieron a clase como era habitual, clavado
en la puerta del cobertizo encontraron un papel en el que se leía: “BOLÁN, VOLÓ “. Jamás se conoció su destino pero, estas
palabras fueron recogidas por el léxico
histórico de Encinasola. En la actualidad, todavía se repiten con cierta
frecuencia entre su gente, alusivas a cuando se habla de alguna persona o cosa que
desaparece de forma imprevista. J.M.Santos
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