viernes, 12 de enero de 2007

BAJO LAS ESTRELLAS

Entre los años 50 y 60, para la mayoría de los pequeños que crecimos  dentro del ambiente rural, nuestra gran ilusión era dormir una noche en el campo, a la intemperie. Se decía “dormir al sereno”, lo que normalmente se llevaba a cabo en la temporada de siega o recolección de los cereales y siempre acompañados de nuestros mayores.
 No he olvidado nunca mi primera noche. Fue en una finca conocida como “Los Leales”, donde se encontraba mi familia trillando.
 Los últimos destellos del sol se ocultaron tras el horizonte, llegando a su ocaso la tarde de un día caluroso de Julio. Después de cenar en una cazuela de madera, mi abuelo apareció cargado con un pesado mantón de tiras y una antigua manta de lana. En medio de la parva a medio trillar, tras alisar la paja con la mano, extendió el mantón. ¡Ya estaba la cama dispuesta!
Cuando al poco rato la oscuridad de la noche hizo su aparición, nos tumbamos uno junto al otro. Con mis ojos tremendamente abiertos observaba el ancho cielo abarrotado de estrellas. Recuerdo que mi abuelo trataba de indicarme la situación de la constelación Osa Mayor, así como el motivo por el que -- entre el pueblo llano-- era conocida como “El Carro”. Decía además, que  más tarde se dejaría ver el lucero del alba, nombrado también como “mata-gañanes”; apodo que recibía por ser coincidente su temprana aparición en el firmamento, con la hora que se levantaban los trilladores para comenzar su jornada.
 De aquella oscuridad surgían una y otra vez ruidos, -- para mí extraños--  que se mezclaban con el chillido lastimero del mochuelo y el inconfundible canto del cárabo, siendo respondido por otro de su especie en el mismo tono cargado de misterio. Al escuchar lejanos y profundos aullidos, pregunté sobresaltado. Mi abuelo me aclaró que procedían de los lobos; por aquellos tiempos tan abundantes en nuestra tierra.
La noche seguía su curso mientras que la imaginación infantil volaba imparable hasta que, por fin, el sueño rompió una fantasía cargada de sensaciones irrepetibles.
 Nunca supe el momento que fui cubierto con la manta al refrescar la madrugada. Me despertaron por la mañana, cuando el sol ya se dejaba ver sobre las ramas más altas de las centenarias encinas.
Es uno de los recuerdos más bellos que guardo de la niñez. Quien podía pensar, que años después y a lo largo de nuestra juventud, habríamos de dormir, por necesidad, tantas y tantas veces bajo las estrellas.                                                                                                                     J.M. Santos






4 comentarios:

  1. Vaya relato, todavía tengo los pelos de punta. Enhorabuena por tu lenguaje y forma de expresarte Lunes!!!

    Un saludo.

    martes, abril 04, 2006

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  2. ¿quien eres Lunes?,me gusta tu manera de escribir.si te identifica te prometo que yo también lo haré.

    martes, abril 11, 2006

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  3. FANTASTICO RELATO, ME LLEGA AL CORAZON, PUES YO TAMBIEN HE DORMIDO BAJO EL MARAVILLOSO CIELO ESTRELLADO DE ENCINASOLA EN LA FINCA DEL CEBOLLAR CON MI FAMILIA PATERNA HACIENDO CARBON Y BAJO EL AULLIDO DE LOS LOBOS, Y CON LOS PELOS DE PUNTA.AUN HOY SE ME PONEN AL RECORDARLO

    ANA MARI

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  4. Los Cielos están declarando la gloría de Dios, y de la obra de sus manos la expansión está informando.
    AMDD.

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